La Reunión Secreta
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A lo largo del día los aviones privados fueron aterrizando sobre la
pista del pequeño aeropuerto. Como cada cuatro años la Reunión Secreta iba a
celebrarse el 29 de febrero, esta vez en una remota isla del Pacífico alejada
por completo de la civilización. Desde aquel lugar recóndito lo único que podía
divisarse en miles de kilómetros a la redonda era el horizonte azulado del mar.
Aquel paraje exótico de la Polinesia resultaba ser un sitio perfecto donde
pasar desapercibidos ante el resto del mundo.
Cuatro años antes la reunión se había celebrado tras los muros
inaccesibles de un castillo medieval frente al lago Ness en Escocia, pero en
esta ocasión la convocatoria requería de una clandestinidad todavía si cabe más
absoluta. Era el año 2000 y estaba comenzando el tercer milenio. Aquella fecha
simbólica resultaba propicia para decidir las nuevas medidas que regirían los
designios de la Humanidad durante las próximas décadas.
Las personalidades más poderosas del mundo iban a reunirse allí:
sociedades secretas, logias masónicas, magnates de multinacionales y banqueros
acaudalados. Todos los años se celebraba una asamblea ordinaria donde se hacía
balance de la situación mundial y de los beneficios obtenidos, pero la reunión
que se convocaba el día 29 de febrero en los años bisiestos era la más
trascendente. Ésta iba ser la primera reunión del tercer milenio y por eso
resultaba de vital importancia. El ser humano iba a iniciar un nuevo ciclo en
su evolución y las máximas autoridades del Orden Mundial eran conscientes de
ello. No iban a permitir bajo ningún concepto dejar en manos del libre albedrío
todo el poder que habían
acumulado durante siglos. Su
objetivo era diseñar un plan que condujese a la Humanidad por el camino
adecuado.
2
Aquella tarde la paradisíaca isla de aguas color turquesa y de playas
de fina arena se vio repleta de aviones que perturbaban el sosiego habitual del
lugar. A tan sólo unos kilómetros de la pista de aterrizaje se hallaba la
mansión señorial donde esa misma noche llevarían a cabo la Reunión Secreta. Una
estrecha y sinuosa carretera rodeada de frondosas palmeras conducía hasta el
palacete. Diversos controles de guardas armados hacían imposible cualquier
infiltración ajena en la finca. Un circuito cerrado de televisión operativo desde
el interior del edificio vigilaba cada palmo de la zona. Para mayor seguridad,
la mansión estaba rodeada por un estanque plagado de tiburones, convirtiéndose
así en un lugar inexpugnable ante cualquier intento de asedio.
La arquitectura de la fachada principal era espectacular. Ocho columnas
de dimensiones colosales sostenían el pórtico que imitaba la estructura del
Partenón. Dos esfinges de jaspe rojo custodiaban la entrada del edificio. Las
puertas de caoba habían sido talladas con diversos motivos apocalípticos de
pasajes bíblicos. El interior se hallaba totalmente cubierto con mármol de
Carrara. La sala principal en la recepción estaba decorada con paneles de ámbar
dorado y los techos con pinturas de escenas mitológicas. Esculturas
grecorromanas de inigualable belleza daban prestancia a cada rincón de la
residencia señorial. Lámparas repletas de diamantes tallados colgaban de todas
las estancias. Rubís, ágatas, gemas y esmeraldas adornaban las sillas y los
sofás de estilo clásico en las alcobas. Los cuartos de baño estaban provistos
de yacuzzis y habían sido alicatados con azulejos de amatista. Los pasamanos de
las escaleras eran de oro macizo y las balaustradas tenían incrustaciones de
piedras preciosas. Todos los pasillos estaban recubiertos de espejos que hacían
aumentar la sensación de amplitud. El vestíbulo conducía a una escalinata en
forma de espiral que en su primer rellano tomaba dos direcciones. La escalera
de la izquierda subía hasta los dormitorios de los huéspedes y al mirador de la
terraza que estaba situado en la azotea. Desde allí se podía divisar una
magnífica vista del Océano Pacífico. La escalera que giraba a la derecha
conducía a la Gran Sala Subterránea donde aquella misma noche se iba a celebrar
la Reunión Secreta. Durante el recorrido hacia la Gran Sala falsos pasadizos
desviaban del camino correcto a todo aquel que no conociera el verdadero
trazado a seguir. Solamente el equipo de seguridad dominaba a la perfección
cada recoveco del pasaje subterráneo. Aquel diseño laberíntico proporcionaba
una sensación absoluta de aislamiento.
Una puerta blindada de veinte centímetros de grosor daba paso a la Gran
Sala Subterránea que estaba acorazada con placas de plomo y diseñada para
resistir el más vehemente de los seísmos o un posible ataque con misiles nucleares.
El recinto, con una capacidad para quinientas personas, se hallaba rodeado en
su parte inferior por un enorme acuario que comunicaba con el estanque haciendo
de las paredes de vidrio azulado un auténtico decorado viviente. Los tiburones
deambulaban a sus anchas por el acuario ajenos a todo lo que existía en el
interior de aquel recóndito lugar. Varias filas de butacas forradas de
terciopelo se orientaban en dirección a un altar que se elevaba por encima del
resto en mitad de la estancia. Sobre el estrado, un obelisco negro de un metro
de altura presidía la sala. Ese símbolo de poder representaba a todas las
Sociedades Secretas convocadas. Aquel recinto inexpugnable era como una especie
de catedral subterránea oculta bajo el corazón de la isla. Nada en el planeta
podía ser capaz de perturbar lo que esa velada se celebraría allí y que cambiaría
el rumbo de la Humanidad.
3
A pesar de la remota ubicación de la isla, alejada de cualquier punto
habitado en miles de kilómetros a la redonda, la organización no había
escatimado en medidas de seguridad alrededor del evento secreto. Decenas de
guardaespaldas con walkie talkies permanecían apostados en diversos puntos
estratégicos de la costa, mientras el resto de los vigilantes registraban el
interior de los aviones y los equipajes de los asistentes con extrema
minuciosidad. Todo estaba calculado al milímetro procurando que no se dejara
pasar por alto el menor de los detalles.
Sin embargo, Steve Hammill, periodista de investigación y audaz reportero,
había logrado infiltrarse en la isla como miembro de seguridad bajo el nombre
de Peter Hacket falsificando su documentación. Steve Hammill había estado
en numerosos conflictos a lo largo y ancho del mundo. Llevaba lustros
presenciando las situaciones más extremas que un corresponsal de guerra pudiera
soportar: torturas, decapitaciones, atentados, ejecuciones, fusilamientos…
Vivir bajo la amenaza de los tiroteos o las bombas resultaba cotidiano para
Steve. Esa situación de riesgo continuo era como una droga que llevaba en las
venas. Le atraía el reto de permanecer siempre al límite de cualquier situación.
Sentir la adrenalina rezumando por los poros formaba parte de su naturaleza
intrépida. Le gustaba poner su vida al filo de la muerte en constantes
desafíos. Steve ejerció de corresponsal en el desierto durante la guerra del
Golfo en primera línea de fuego; realizó reportajes fotográficos en Sarajevo
exponiéndose por las calles bajo el punto de mira de los francotiradores; se entrevistó
con los más peligrosos sicarios de los cárteles de la droga en Sudamérica; se
introdujo en los suburbios de maras latinas donde la muerte era cuestión de un
parpadeo; convivió durante semanas en Palestina con mártires que pretendían
inmolarse en cruentos atentados terroristas; llegó a contactar con grupos de
talibanes atravesando los terrenos montañosos más inaccesibles de Afganistán…
Ahora aquella aventura en una isla perdida del Pacífico suponía un nuevo
desafío para él. No le arredraba el hecho de saber que muchos compañeros de
profesión habían desaparecido sin dejar rastro cuando quisieron infiltrarse en poderosos
lobbies que controlan los negocios más lucrativos del mundo.
Meses atrás diversos contactos le facilitaron
la información sobre el lugar y la fecha exacta de la Reunión Secreta. Steve
Hammill trazó concienzudamente el plan a seguir. Durante varias semanas estuvo
matriculado en una academia para aprender las aptitudes de vigilante hasta que
pudo obtener el título. Más tarde, mediante una serie de sobornos, consiguió
plaza de agente en la empresa encargada de la seguridad en la isla. Hasta ese
momento cada detalle planeado había salido a pedir de boca. Uno tras otro,
Steve Hammill había logrado alcanzar sus objetivos. No obstante, la intuición
le decía que aquella era la misión más peligrosa que iba a llevar a cabo en
toda su vida. Sin embargo, su ambición como periodista estaba por encima de
cualquier temor. A Steve le gustaba implicarse hasta las últimas consecuencias
viviendo los acontecimientos al pie del cañón. Si había algo que detestaba era
pasarse las horas muertas en un hotel preparando crónicas que no suponían
riesgo alguno. Le atraía más ver con sus propios ojos en primera fila lo que
estaba sucediendo… Steve Hammill llevaba
años intentando alcanzar una gran exclusiva mundial. Esta vez por fin parecía
que iba a realizarse su gran sueño de conseguirlo.
El momento decisivo para realizar su plan con éxito llegaría cuando
tuviese que acceder a la Gran Sala sin levantar sospechas. Steve como vigilante
tenía acceso al guardarropa donde se hallaba el vestuario que los convocados
iban a utilizar en la Reunión Secreta. En horas nocturnas había hurtado varias
prendas de los asistentes que escondía en el dormitorio bajo el somier. Su
intención era abandonar el puesto de vigilancia, quitarse el uniforme de
guarda, acceder a la sala subterránea y asistir al evento como uno más de los
convocados. Iría provisto de una pequeña grabadora que ocultaría bajo la túnica
durante toda la asamblea.
El ambiente en torno a las reuniones secretas siempre estaba cargado de
un matiz ceremonioso. Los asistentes debían ir cubiertos por una túnica y una
máscara de carnaval. El Tribunal Supremo de la Asamblea, compuesto por cien
miembros, llevaba túnicas de color púrpura y máscaras plateadas. El resto de
asistentes, los cuales componían la mayor parte del aforo, vestían túnicas
negras y máscaras azules. El Gran Maestro era el único que llevaba una túnica
de color rojo escarlata y una máscara dorada.
Nada más instalarse en sus aposentos a todos los miembros se les
entregaban dos contraseñas en un sobre lacrado que no debían abrir hasta una
hora antes de la reunión. Tras ser leídas y memorizadas por los convocados,
tenían que destruirlas de inmediato arrojando al fuego de la chimenea el sobre
con la información en su interior. Una de las contraseñas era de entrada a la
Gran Sala Subterránea y la otra de emergencia ante un posible contratiempo
durante la ceremonia. El equipo de vigilancia tenía acceso a la contraseña de
entrada, que en esta ocasión iba a ser Tamerlán. Pero la
contraseña de emergencia era de alto secreto y estaba rigurosamente vetada a la
seguridad. Otra de las normas inquebrantables era que los guardas no podían
acceder a la Gran Sala durante el evento, dado que la información allí expuesta
resultaba ser de una trascendencia decisiva para el resto de la Humanidad. No
obstante, la vigilancia controlaba todo lo que acontecía mediante el circuito
cerrado de televisión. Por medio de las imágenes sin sonido, estaban al tanto
de cualquier suceso anómalo que pudiera producirse en la sala acorazada.
La Reunión Secreta debía comenzar a las 21:00 horas. La principal
dificultad que se le presentaba a Steve era que para entrar en la sala tenía el
tiempo sincronizado al milímetro: en cuestión de minutos debería abandonar su
puesto sin ser visto, dirigirse al dormitorio, cambiarse de ropa, salir con la
túnica y la máscara e introducirse en la reunión tras haber pasado el control
de la contraseña. Durante el tiempo que durase la asamblea, su puesto quedaría
abandonado hasta que regresara. Ciertamente no era un lugar comprometido. Su
misión consistía en vigilar la terraza del mirador. En aquel lugar apartado
todo permanecía tranquilo al no haber concurrencia alguna. Eso le ofrecía un
plus de clandestinidad. Lo realmente crucial para Steve era regresar allí antes
del cambio de turno. El reportero se arriesgaba a que la Reunión Secreta
pudiera prolongarse, que no le diera tiempo a volver a su puesto y que sus compañeros
lo encontrasen desierto. Una vez iniciada la asamblea, nadie podía abandonar la
Gran Sala bajo ningún concepto. De producirse aquella circunstancia adversa,
Steve sabía que todo habría terminado para él.
4
Tras el
largo viaje de los asistentes desde todos los puntos del planeta a cada miembro
se le sirvió un refrigerio en sus aposentos. El resto de la tarde lo emplearon
en prepararse con solemnidad para la Reunión Secreta. A las 20:45 de la noche,
los guardas llamaron una por una a todas las habitaciones privadas en el ala
izquierda del palacete. Había llegado la hora… Mientras tanto, Steve Hammill se
hallaba en su puesto de la terraza inquieto y expectante. Cada turno de
vigilancia duraba seis horas. Steve había comenzado por la tarde y el relevo
llegaría justo a medianoche. Calculó que le daría tiempo de volver antes de que
concluyera la reunión. Aprovechando aquel trasiego preceremonial, Steve salió
de la terraza procurando no encontrarse con ningún vigilante. Sin embargo, antes
de llegar a su dormitorio el reportero se topó de frente con el sargento Moore,
que había sido designado como responsable del ala izquierda de la mansión. El
sargento Moore tiempo atrás fue un marine norteamericano expulsado del ejército
estadounidense por agredir a un superior. Era un tipo rudo que no se andaba con
remilgos a la hora de dar órdenes a sus subordinados.
—¡Peter, qué haces aquí! —espetó Moore con voz enérgica.
—Necesitaba ir un momento al servicio...
—¡No lo vuelvas a hacer! —gritó
el sargento—. Si necesitas abandonar tu puesto, comunícate antes con el walkie
para que te releven. ¡Venga, date prisa!
—No se preocupe —respondió Steve
en tono conciliador —Tardaré poco en volver.
El sargento
Moore estaba tan pendiente del control de la planta que decidió no perder más
tiempo en disputas. Sabía que el puesto de Steve era de bajo riesgo. Cualquier
intruso para llegar hasta allí debería pasar por varios filtros de control en
los aledaños de la finca y eso era prácticamente imposible.
Un golpe de
adrenalina recorrió el cuerpo del reportero. Aquel contratiempo le iba a
retrasar en su cometido. Para evitar cualquier sospecha, era imprescindible
llegar a la entrada de la Gran Sala mezclado con el resto de asistentes antes
del inicio de la reunión. El primer factor de clandestinidad absoluta había fallado.
Ese encuentro con el sargento Moore estaba fuera de sus cálculos. Aquella
adversidad podía costarle cara… Ahora tendría que esperar allí varios minutos
hasta que todo volviese a la normalidad.
Al salir del servicio Steve no se dirigió de
nuevo a su puesto. Caminaba con sigilo por el pasillo de la planta intentando
localizar la presencia del sargento. Al escuchar su voz en la lejanía, Steve
aceleró el paso metiéndose rápidamente en su habitación. Presuroso, se cambió
de ropa y salió de nuevo ya vestido con la túnica negra y la máscara azul. Ante
su estupor, nada más torcer la esquina Steve volvió a toparse con él. Sus
piernas se quedaron paralizadas. El corazón le bombeaba a toda velocidad. El
sargento Moore se acercó lentamente mirándole con gesto de extrañeza. Aquello
no le cuadraba… Todos los miembros de la reunión ya esperaban en fila junto a
la entrada de la Gran Sala Subterránea. Y lo más sospechoso: aquel sector de la
planta estaba reservado a las habitaciones del servicio doméstico y a los
vigilantes. En un acto reflejo instintivo, Steve simuló una cojera caminando
lentamente. El sargento Moore le increpó con voz autoritaria.
—¡Alto, deténgase!
La sangre de Steve se heló bajo la túnica.
Sabía que era necesario actuar con naturalidad y sin perder la calma. Tenía a
su favor el anonimato de la máscara y su amplio conocimiento de idiomas. Steve
se dirigió al vigilante en alemán.
—No
entiendo lo que me dice —respondió
el sargento Moore contrariado.
Steve comenzó a hablar en inglés impostando la
voz. Para él no era difícil hacerlo. Durante años había trabajado en televisión
como actor de doblaje. Su dominio de cualquier registro en el tono de locución era
impecable. El reportero se disculpó diciendo que se había perdido. Al instante
el sargento Moore le indicó el camino. Steve suspiró levemente tras la máscara
azul y se dirigió cojeando hacia la escalera que llevaba a la Gran Sala
Subterránea. Eran las 20:55 horas. Ya había entrado el resto de los convocados.
En la puerta de acceso, un par de guardas con gafas oscuras custodiaban la
zona. Su corazón se aceleró. Uno de ellos le dio el alto pidiéndole la
contraseña.
—Tamerlán —respondió Steve con voz firme, aunque sus piernas
temblaban bajo la túnica.
El guarda le
hizo un gesto para que pasara. Por fin Steve Hammill entró en la Gran Sala... Al
reportero le impresionó ver las butacas repletas de individuos enmascarados y docenas
de tiburones merodeando por el acuario circular. Steve se ubicó en la fila
trasera donde todos los asientos estaban vacíos. Al fin pudo respirar
tranquilo… Sentado desde el fondo, podría contemplar el acto con una
perspectiva privilegiada. El ambiente en la
sala acorazada era sobrecogedor. Todos los enmascarados ocupaban su lugar
solemnemente. En las dos primeras filas se hallaba el Tribunal Supremo de la
Asamblea con sus túnicas de color púrpura y sus máscaras plateadas. La Gran
Sala Subterránea estaba rodeada por velas encendidas dando al entorno un matiz
fantasmagórico. El acuario tenía su propia iluminación con luces indirectas de tonos
azules que reflejaban las siluetas de los escualos. Sobre el altar dos cirios
de color morado custodiaban el imponente obelisco negro. De pronto, alguien
hizo sonar un gong que retumbó en la bóveda acorazada. Aquel sonido penetrante
anunciaba el inicio de la Reunión Secreta. Los asistentes dejaron de hablar
ipso facto. El murmullo dio paso a un silencio sepulcral. Segundos después, el
Maestro de Ceremonias apareció por una entrada secreta oculta tras un biombo.
Lo único que se escuchaba era el eco de su calzado sobre el suelo marmoleo de
la Gran Sala. Su porte imponía un tremendo respeto. Se trataba de un individuo
corpulento y de gran estatura. Sus movimientos resultaban seguros y
parsimoniosos.
El Gran
Maestro subió al estrado vestido con una
larga túnica de color rojo escarlata, apoyado en un báculo con zafiros
incrustados. En el dedo anular de la mano derecha lucía un grueso anillo
de platino. Su máscara dorada destacaba
sobre el resto frente al altar. Los ojos del Arcano brillaban por los orificios.
El Gran Maestro miró a su izquierda. Tras un leve gesto con la mano, un
sirviente le trajo una tetera oriental sobre una bandeja de orfebrería plateada.
Lentamente el Arcano revisó varios papeles que estaban prendidos en un atril
junto al obelisco negro. Aquel monolito
sobre el estrado presidía el evento firme e inalterable entre los dos cirios,
simbolizando la prestancia y el poder de los allí reunidos. Los enmascarados
aguardaban expectantes el comienzo de la Reunión Secreta. En la última fila,
Steve Hammill contemplaba todo maravillado. Sin duda aquel iba a ser el momento
cumbre de toda su carrera como periodista… El reportero introdujo la mano por
una abertura de la túnica y accionó la grabadora. Tras dirigir una mirada
penetrante en rededor, el Gran Maestro
apoyó el báculo en el suelo y comenzó a hablar con voz grave y solemne.
—Como todos los aquí reunidos sabéis, nuestras
Sociedades Secretas fueron creadas en el anterior milenio para dirigir el
destino de la Humanidad. Un año más nos reunimos de nuevo, en esta ocasión por
primera vez durante el siglo XXI, circunstancia que nos ofrece una nueva
perspectiva a la hora de planificar los métodos de programación que vamos a
utilizar para regir a todas las civilizaciones del mundo. Nosotros somos la élite,
a la cual nos ha sido encomendada crear un nuevo Orden Mundial. Sentamos las
bases de las directrices a seguir y articulamos el engranaje del globo
terráqueo apartando de la máquina a las piezas defectuosas. Ostentamos el
poder, no sólo como herramienta para lograr nuestros fines, sino como un fin en
sí mismo. Somos el gobierno real del mundo en la sombra.
El Gran
Maestro hizo una leve pausa. Era un hombre
que debía rondar los setenta años, pero su voz resultaba poderosa y elocuente.
A pesar de llevar la máscara, denotaba arrogancia con sus ademanes bruscos y
resueltos. Enfatizaba las frases subiendo el tono y alzando el báculo en
dirección a la cúpula acorazada. Steve Hammill se mostraba excitado ante lo que
estaba presenciando. Ya había
escuchado hablar del Nuevo Orden Mundial en numerosas ocasiones. Suponía el
control global del planeta dirigido por un solo gobierno que cada cierto
período de tiempo enmarcaba un nuevo ciclo de la historia de la Humanidad con cambios
drásticos en las pautas políticas y en el equilibrio de poderes. Los miembros
de las Sociedades Secretas que imponían estas estrategias en el mundo eran personas
muy poderosas. Se trataba de banqueros acaudalados, líderes políticos,
empresarios multimillonarios, magnates del petróleo, lobbies de multinacionales
y accionistas de la industria farmacéutica.
Por fortuna para él, en ningún momento podía
delatarle su rostro. Con su mano derecha Steve sostenía el microcassette bajo
la túnica. En los bolsillos interiores llevaba dos cintas de repuesto para
hacerse con el discurso de la reunión al completo. Había dejado un resquicio
imperceptible en su ropaje con la intención de captar mejor el sonido en la
grabadora. El Gran Maestro, de pie tras el altar, prosiguió su discurso
hablando con autoridad.
—Hasta ahora hemos utilizado todo tipo de estrategias para dominar al
vulgo basándonos siempre en la mano férrea y en los métodos expeditivos. Desde
el siglo pasado hemos monopolizado los carburantes y las energías industriales
para mantener el control de la economía y elevar de esa forma nuestros
ingresos. De igual manera, hemos privatizado los suministros esenciales para
tener subyugada a la población. Hemos sobornado a los políticos de todos los
rincones del planeta presionándoles para que favorezcan nuestros intereses.
Hemos elegido a los presidentes más importantes del mundo durante décadas.
Hemos diseñado el plan de transición en países con dictaduras obsoletas que no
nos interesaban. Hemos eliminado a gobernantes incómodos de naciones en vías de
desarrollo que pretendían hacerse con la energía nuclear. Hemos propiciado
golpes de estado en los lugares vitales de cada continente para detentar el
control absoluto de las riquezas. Hemos provocado guerras geoestratégicas para debilitar
a los países más conflictivos y a su vez obtener importantes beneficios con la
venta de armamento. Hemos controlado a las potencias emergentes vigilando cada
uno de sus pasos, tanto a nivel económico como en su producción bélica. Hemos
manipulado la economía mundial activando crisis perfectamente calculadas que
han llevado a la banca rota a países a los cuales más tarde rescatamos
imponiéndoles unos intereses que les mantendrán esclavizados de por vida. Hemos
obtenido ingentes ingresos con el tráfico de drogas a gran escala. A su vez,
hemos favorecido la difusión de los estupefacientes extendiéndolos por toda la
civilización occidental para desviar a la juventud de la lucha revolucionaria y
para aplacar el ánimo beligerante de las corrientes sediciosas. Hemos liquidado
sin reparos a cualquier elemento subversivo que se antepusiera a nuestros
proyectos económicos capitalistas. Hemos hecho uso indiscriminado de la cultura
del miedo distorsionando la realidad y maximizando todo lo que repercuta en
beneficio de nuestros intereses. Hemos seleccionado de manera adecuada la
información que se divulga en todos los medios de comunicación del mundo, tanto
prensa como radio y televisión. Hemos patrocinado todo tipo de espectáculos
deportivos para entretener a la plebe, desviando de esa forma su atención de
los problemas que realmente le afectan y que bajo un caldo de cultivo
desestabilizante podrían llevar a la insurgencia de la clase obrera. Hemos
condicionado la educación para que solamente las capas más selectas de la
sociedad puedan acceder a puestos de relevancia y dominio, haciendo de la
ignorancia un arma del poder contra el resto de la población. Hemos inculcado a
la clase media de la civilización occidental que la clave de la felicidad
reside en el consumo masivo de productos. Hemos monopolizado todos los
medicamentos de venta al público para ingresar en nuestras arcas importantes
beneficios y para utilizarlos según nos convengan dadas las circunstancias. Del
mismo modo, hemos controlado los productos farmacéuticos para que el grueso de
la población tercermundista no pueda tener acceso a ellos evitando así la
superpoblación del planeta. Hemos exterminado de manera clandestina a un
importante extracto de la masa con virus creados en laboratorios propagando
varios tipos de contagios mortíferos que hoy en día continúan minando la
población desechable. Hemos alterado la atmósfera provocando cambios
climatológicos por medio de sistemas vanguardistas. Hemos fumigado con aviones
clandestinos a poblaciones enteras rociando sustancias abductoras… En
definitiva, hemos utilizado todo lo que estaba a nuestro alcance para seguir manteniendo
inalterable en el mundo nuestra pirámide de autoridad sobre la civilización.
El Gran
Maestro detuvo su lectura por un instante revisando varias de las hojas con parsimonia.
Después introdujo un fino tubo de marfil por la abertura de la máscara y tras
dar ligero un sorbo al té, continuó hablando.
—De manera regular daremos un golpe de efecto poniendo frente al
poder de los países más influyentes a títeres políticamente correctos que den
sensación de apertura y progresismo. Cabe la posibilidad de que con el tiempo
hagamos presidente de la mayor potencia mundial a un hombre de raza negra.
Incluso en un futuro más lejano pondremos a una mujer al frente de dicho cargo.
Eso se hará en el momento adecuado para aplacar los ánimos de los demócratas y
rebajar la tensión en el mundo occidental. Ya sabéis que desde hace lustros
venimos intercalando un hombre duro con otro más tolerante al frente de los
Estados Unidos. Esa estrategia pendular es la que nos ha permitido desde
siempre mantener un equilibrio estable para nuestros intereses económicos.
Hubo unos
instantes de silencio. No se escuchaba ni el vuelo de una mosca en el interior
de la Gran Sala. El servicio de seguridad revisaba las imágenes desde el
circuito cerrado de televisión en el interior del palacete. Los tiburones
deambulaban por el acuario girando de lado a lado en una danza muda y monótona
bajo los focos azules. Todo parecía estar en calma… El Gran Maestro prosiguió
su discurso aferrando su báculo con la mano derecha.
—Tras haber neutralizado el peligro comunista en el pasado milenio,
crearemos un nuevo enemigo imaginario para justificar todas nuestras acciones
preventivas en el mundo. Desestabilizaremos de nuevo Oriente Medio, pero esta
vez no por cuestiones políticas, sino con la religión como pretexto para mantener
nuestra presencia geoestratégica de manera constante. Incitaremos a la Yihad en
todos los países musulmanes, lo que nos dará carta blanca para actuar donde y
cuando queramos. De esa forma nuestra producción de armamento se incrementará y
podremos controlar los recursos energéticos allá donde nos interese. Cualquier
excusa nos servirá para invadir toda nación que en un momento puntual nos convenga.
Fingiremos haber detectado armas químicas o hechos similares si las
circunstancias lo requieren. Llevaremos a cabo actos violentos bajo falsa
bandera siempre que lo creamos oportuno para justificar nuestras acciones y
favorecer nuestros intereses en cualquier lugar. Facilitaremos objetivos a los
terroristas para que atenten en las ciudades más representativas del mundo
provocando masacres de proporciones nunca imaginadas. Ningún país de occidente
quedará exento de la amenaza yihadista; ni siquiera la nación más poderosa del
planeta. Los servicios secretos mirarán hacia otro lado mientras los radicales
fanáticos apuntan hacia el corazón de la Gran Manzana. Después el mundo ya
nunca será el mismo y nosotros tendremos enfrente al demonio que justifique
nuestros actos… En el nuevo milenio habrá
muchos mártires que derramarán su sangre, pero es el precio que debemos pagar
si queremos llevar a cabo nuestras actuaciones geoestratégicas.
Hubo un
murmullo soterrado que se fue extendiendo entre los miembros de la reunión. A Steve
Hammill le parecía estar asistiendo a una representación teatral o a una escena
de ciencia ficción. No podía concebir que se permitiese perpetrar un ataque terrorista
en el centro del mundo civilizado, aunque las palabras del Gran Maestro habían
sido tan explícitas como rotundas. Instantes después, golpeó el suelo tres
veces con el báculo para acallar los cuchicheos y prosiguió su discurso.
—Todo esto lo haremos por el bien de la Humanidad. Napoleón dijo que
no le importaba arrastrar a millones de soldados a la muerte en aras de sus
propósitos. A nosotros tampoco nos afecta el sufrimiento de la población
mundial pues la base de todo reside en conservar la esencia del ser humano en
su versión más excelsa. Las pandemias y las hambrunas no son sino una selección
natural que permite sobrevivir a los más fuertes. Con un planeta superpoblado
la Tierra se colapsaría llevándonos a una inmolación global tras el desplome de
los recursos naturales. Por eso el dominio del planeta debe tener una
estrategia preconcebida minuciosamente… Desde hace lustros hemos adaptado el
conocimiento y la programación mental de la sociedad. Cualquier revolución
ideológica debe ser fagocitada de forma expeditiva por el sistema establecido.
El mayor peligro es que cada persona como individuo tome conciencia de que está
siendo manipulado. La revolución psíquica nos debe alarmar más que ninguna otra
forma material de sublevación ante el poder establecido. Nos conviene
permanecer alerta para mantener en todo momento dividida a cualquier fuerza
emergente. Pensaremos siempre en términos de poder absoluto sin inclinarnos
hacia tendencias políticas poco pragmáticas. Articularemos a los distintos
grupos sociales ordenando a la masa. En el siglo XXI promoveremos el conflicto
entre los sexos para dividir a la sociedad y debilitarla. Alentaremos a los
movimientos feministas creando un caldo de cultivo hostil en la ciudadanía que
afectará a toda la población sin distinción de clases. Este proyecto lo
llevaremos hasta tal punto de crispación que ya no habrá vuelta atrás. Con una
planificación calculada, sistemática y progresiva, incitaremos desde los medios
de comunicación para que hombres y mujeres se enfrenten de manera
irreconciliable. De esa forma lograremos que la sociedad permanezca dividida y por
consiguiente será mucho más fácil de manipular.
De nuevo un
murmullo se dejó escuchar entre todos los congregados. Tras unos instantes de
revuelo, el Gran Maestro prosiguió su discurso en tono firme y solemne.
—No nos interesan las opiniones de los gobernantes en los congresos
de los organismos internacionales. No nos gustan las florituras verbales ni
lavar la imagen de cara a la galería. El cinismo y la hipocresía tan sólo es
asunto de los políticos. Nosotros estamos hechos de otra pasta… Las Sociedades Secretas
vamos al fondo de la cuestión retocando el engranaje interno de cada país según
nos convenga. Con respecto a la economía, ya tenemos trazado un plan para el inicio
de este milenio. Estamos diseñando una crisis global sin precedentes.
Activaremos grandes maniobras de desestabilización económica haciendo entrar en
crisis durante años al mundo entero. Mantendremos sometidas a muchas naciones
mediante la presión bursátil. Compraremos literalmente su soberanía como
estados ahogándoles en la precariedad de su deuda hasta arrastrarles a la ruina
más absoluta.
5
El Gran
Maestro hizo una pausa valorativa. Los miembros de la Reunión Secreta le
escuchaban expectantes bajo un lúgubre silencio. Sobre el altar los cirios
refulgían entrelazando sus efluvios de humo en el aire. Junto a ellos, el
obelisco negro resultaba intimidante. Era una silueta amenazadora que escrutaba
todo a su alrededor. Steve Hammill dio gracias a la máscara que le ocultaba el
rostro pues su excitación iba en aumento ante lo que estaba escuchando. Aquella
experiencia le parecía como un sueño alucinante a pesar de ser una realidad
palpable. Se hallaba inmerso en el ojo del huracán rodeado de los máximos
dirigentes del planeta… Por unos momentos lamentó no haber introducido también
una máquina fotográfica aun sabiendo el riesgo que ese hecho audaz podía
suponer. Lo cierto es que una sola instantánea del evento habría alcanzado un
valor incalculable.
De nuevo la voz del Gran Maestro surgió
solemne y rotunda tras su máscara dorada.
—Todos estos métodos podrían calificarse como de reprochables e
indolentes, pero nuestro lema es que el fin siempre justifica los medios por
encima de cualquier clase de solidaridad o sentimentalismo estéril. Al final la
propia raza humana agradecerá la selección que estamos llevando a cabo. Cuando
un campo de cultivo se ve perjudicado por las malas hierbas, la única solución
es arrancarlas en aras de una buena cosecha. La
superpoblación del mundo es uno de los problemas más graves ante el cual nos
enfrentamos en este nuevo milenio. Llegado el momento, si fuera
necesario exterminar a millones de habitantes del tercer mundo lo haremos sin
que nos tiemble el pulso. Disponemos de virus suficientes para realizar en un
futuro dicha operación, aunque de momento necesitamos los servicios de la masa
para nuestros intereses y un contingente humano que permanezca en todo momento
a nuestra disposición.
El Gran
Maestro bebió un ligero sorbo de té. Después apoyó el báculo junto al obelisco,
abrió una carpeta que tenía sobre el altar y sosteniendo una hoja continuó el
discurso.
—Nuestros científicos ya han demostrado que es genéticamente posible
crear una subraza humana dócil y sumisa que nos sirva sin cuestionarse que actúa
sometida por un ser superior. Ahora es posible crear a la carta seres cuya
única misión sea obedecer de por vida a su amo. También se puede transmutar el
código genético de cualquier persona para crearle una adicción innata por el
servilismo. En los albores del siglo XXI ya está en nuestras manos poder
modificar embriones o rediseñar cerebros. Insertando un chip en los recién
nacidos podemos conseguir que vivan una realidad virtual adecuada a nuestros
intereses...
Un nuevo
murmullo se volvió a escuchar bajo la platea del recinto. Los miembros de la
reunión hacían comentarios de asombro ante las palabras del líder supremo. El
Arcano pidió silencio entre los asistentes y prosiguió con su discurso.
—De forma eventual impondremos vacunaciones masivas que además de
aportar ingentes beneficios a nuestros lobbies farmacéuticos nos harán
controlar a la población mundial mediante sustancias magnéticas introducidas en
el sistema sanguíneo del inoculado. Será una forma infalible de
geolocalización… Solapados en subterfugios alarmistas basados en el miedo,
tendremos siempre carta blanca para llevar a cabo nuestros propósitos sin que
nadie pueda poner objeción alguna. Periódicamente esparciremos virus por el
planeta con el doble objetivo de reducir la población y obtener ganancias
mediante los medicamentos y las vacunas.
El Gran Maestro
hizo una pequeña pausa revisando las anotaciones de su carpeta. Todo los
congregados le escuchaban atentos a cada una de sus palabras.
—Durante
el siglo XXI los avances tecnológicos cambiarán la faz de la Tierra, por eso nuestras
Sociedades Secretas tienen que estar a la vanguardia de dicha revolución
científica. De momento nadie puede imaginar ni por asomo los progresos con los que
ya experimentan nuestros físicos. Dentro de unos años sucederán cosas que en la
actualidad serían calificadas como de ciencia ficción... Los Arcanos hemos
puesto todas nuestras esperanzas en la criónica. Ahora parece imposible
mantener un cuerpo congelado para en un futuro hacerlo regresar a la vida, pero
si nos remontamos en el tiempo el homo erectus jamás habría imaginado un
artilugio como un mechero que pudiera encender fuego y cualquier alquimista de
la Edad Media habría pensado que un mando a distancia era obra del diablo… Ya
estamos trabajando con nanorobots quirúrgicos que restauren los tejidos y las
células dañadas por los efectos de la congelación. El paso hacia la
inmortalidad del ser humano será algo real, aunque sólo estará al alcance de la
clase privilegiada.
El Gran
Maestro alzó la vista sosteniendo la mirada con firmeza sobre los congregados
mientras su túnica roja se ensanchaba majestuosa tras el altar.
—A pesar de todo lo expuesto, nuestros métodos para la dominación de
la masa siguen resultando insuficientes. Sin embargo, a las puertas de nuevo
milenio hay otra manera de dirigir al mundo que se abrirá paso y que resulta
mucho más sencilla…
El
Arcano extendió los brazos con grandilocuencia apoyando las manos junto al obelisco.
En las primeras filas los miembros del Tribunal Supremo de la Asamblea
escuchaban expectantes tras sus máscaras plateadas. Steve Hammill apuntó el
extremo de la grabadora en dirección al altar.
—Dentro de poco las nuevas tecnologías nos ofrecerán la oportunidad
de regir el mundo de forma totalmente aséptica y clandestina. En cuestión de
años dirigiremos las tendencias de la Humanidad sentados frente a la pantalla
de un ordenador. Mediante la red de Internet les impondremos nuestra verdad de
manera sutil haciendo que caigan atrapados como moscas en la miel. Será una
dictadura subliminal para la masa. Decidiremos el rumbo a seguir por el vulgo
mientras permanecen abducidos frente al espejismo de una democracia virtual.
Poco a poco les transformaremos en autómatas sin que se den cuenta. No habrá ni
un solo rincón del planeta que escape a la influencia de nuestros designios.
Les despojaremos de toda referencia moral haciéndolos esclavos de las nuevas
tecnologías.
Hubo un
murmullo de asombro en la Gran Sala.
—El inofensivo router del ordenador será el espía que escudriñe la
intimidad de cada persona. No hay cerrojos ni cortinas que puedan oponerse a
él… Todo va ser tan fácil como un juego de niños. Les manipularemos ofreciendo
prestaciones cibernéticas que atraparán su atención día tras día. Las redes
sociales darán voz a legiones de idiotas a los que mantendremos constantemente entretenidos
frente a las pantallas de sus ordenadores. En caso de que los más suspicaces pretendan
acusarnos aludiendo a nuestro poder, esto no supondrá problema alguno para las
Sociedades Secretas. Nuestra inaccesibilidad les hará perderse en laberintos
sin salida posible. Saben que existimos, conocen nuestros ritos ancestrales, pero
jamás sabrán dónde encontrarnos… Somos un club selecto rodeado por las brumas y
la oscuridad.
6
Steve
Hammill escuchaba fascinado el discurso de aquel siniestro líder. En numerosas
ocasiones había oído hablar de aquellos rituales satánicos a los que se refería
el Gran Maestro. En esos ritos se
sacrificaban seres humanos y se bebía la sangre de recién nacidos. Solían ser
llevados a cabo en mansiones privadas o en criptas de monasterios. Los cultos
eran ofrecidos a divinidades demoniacas con el fin de conseguir mayor poder.
Desde tiempos antiguos las Sociedades Secretas habían realizado estas
ceremonias con seres inocentes secuestrados de forma clandestina, mayormente
doncellas y niños. En esos actos macabros eran habituales las orgías
desenfrenadas y los martirios interminables hasta llevar a la muerte a aquellas
criaturas que habían caído en sus garras. El objetivo final era poder ingerir a
través de la sangre de los torturados el adrenocromo, una sustancia producida
por la adrenalina del cuerpo humano que se metaboliza al padecer situaciones de
terror y agonía. Para poder obtener el efecto deseado era necesario que las
víctimas sufrieran lo máximo posible, de tal forma que la sangre posteriormente
drenada fuera rica en aquella sustancia. El líquido rojo alterado bajo intenso
suplicio se convertía en un licor de dioses para los miembros de las sectas.
Estas prácticas eran usuales en el entorno frecuentado por las élites de todo
el mundo. Incluso en la sede del Vaticano a menudo desaparecían chicas jóvenes
que nunca jamás volvían a ser encontradas. En muchas criptas eclesiásticas se
habían hallado huesos humanos de infantes que fueron ofrecidos como sacrificio
en diabólicas ceremonias… Aquellos rituales maléficos formaban parte intrínseca
de las Sociedades Secretas. Ahora Steve se hallaba inmerso en ese submundo
tétrico como testigo de primera mano. Sin duda aquel evento que estaba
presenciando resultaba ser una exclusiva periodística sin precedentes.
Aprovechando
una pausa momentánea, el reportero dio la vuelta a la cinta del microcassette
con disimulo. De nuevo el Arcano golpeó el báculo contra el suelo reclamando
silencio. Steve al instante pulsó el botón para seguir grabando el discurso del
Gran Maestro.
—Llevamos varios años experimentando nuestros métodos de abducción
tecnológica en Japón. El fenómeno de los hikikomori prueba de manera
irrefutable que mediante el influjo de Internet se puede someter a la población
del mundo hasta el punto de hacer que las nuevas generaciones se aíslen en sus
dormitorios, convencidos de que todo lo que necesitan para vivir está dentro de
su propio ordenador y que lo que se encuentra más allá del umbral de su puerta
es una realidad sustituible que no les interesa. Nuestros encargados de
marketing ya están diseñando lo que la civilización occidental va a necesitar
en el futuro. Será una esclavitud disfrazada de comodidad. Crearemos una droga cibernética
que enganchará a la juventud hasta hacerla caer subyugada bajo nuestros pies…
Después trasvasaremos la influencia de Internet a la telefonía. Convertiremos
el teléfono móvil en una prótesis de la cual no podrán prescindir ni un solo
instante. Llegará un momento en que sentirán temor y ansiedad si no lo llevan
encima o si se quedan sin batería. Arrastrarán para
siempre su dependencia llevando el teléfono a todas partes. Ésa será su cadena
y su condena... Más adelante lo haremos extensible al resto de la población
mundial. Convertiremos a los transeúntes de cualquier ciudad en autómatas que
no verán más allá de sus pequeñas pantallas bloqueando así sus ideas para que
nunca puedan llevar a cabo ningún tipo de iniciativa propia. Lobotomizaremos
virtualmente el cerebro colectivo de la masa sin concesión alguna. Mantendremos
a la gente idiotizada sin que lo sospechen ni por asomo… Esto ahora en el año
2000 nos parece inconcebible. Sin embargo, en menos de una década será una
realidad que predominará sobre la civilización occidental.
Nadie en la
sala podía dar crédito a todos aquellos vaticinios tan drásticos y demoledores.
El Gran Maestro espoleaba sus argumentos con vehemencia mientras alzaba el
báculo.
—Ningún adolescente podrá escapar al magnetismo de tener el mundo en
sus manos a través de una pantalla, aunque en realidad se tratará de un efecto
ilusorio. Las nuevas generaciones no desearán disfrutar de la vida en su
dimensión real. Tan sólo les interesará lo que puedan experimentar a través del
monitor. Y precisamente ahí reside nuestro poder. Su nuevo Dios no se llamará Jesús,
Buda, Alá o Yahvé. Su nuevo Dios se llamará Internet. Será un Dios que los
tendrá sometidos sin piedad apoderándose de su tiempo y de su percepción de la
vida… Desde hace milenios en todas las civilizaciones del mundo el poder
establecido ha controlado a la masa mediante la religión. El invento de un ser
superior ficticio ha sido uno de los mayores negocios creados por las élites
para dominar a los estratos inferiores de las capas sociales. Pero hoy en día
no basta sólo con abducir las mentes de la población. Es necesario indagar uno
por uno en sus vidas para tener pleno dominio de los movimientos de cada
individuo. En las culturas antiguas nadie cuestionaba la existencia de Dios, y
los que osaban hacerlo eran tomados como herejes. En la sociedad actual nadie
se cuestiona la omnipotencia de las nuevas tecnologías. Para los que nazcan en
el siglo XXI Internet existe desde siempre... Las generaciones futuras jamás
sospecharán que la propia web será la red que atrapará su voluntad desde que
nacen hasta el final de sus días. Les mantendremos enchufados de por vida. La
pantalla de un monitor será su único Dios. Ellos pensarán que miran de afuera
hacia adentro, sin sospechar que de dentro hacia fuera somos nosotros quienes
les observamos…
Nadie en el
patio de butacas movía un solo músculo. Los miembros de la reunión escuchaban
ensimismados las sentencias elocuentes de aquel hombre con un poderoso influjo
en sus frases lapidarias.
—Más adelante este proyecto tecnológico se hará extensible al resto de la
población mundial incluyendo a los países subdesarrollados. En tan sólo
unos años mantendremos a la masa total del planeta bajo absoluto control.
Países enteros estarán en observación permanente. Grabaremos los movimientos de
cada persona anulando por completo su privacidad. Su ordenador y su teléfono
móvil se convertirán en una trampa mortal. Un individuo sin intimidad es como un
hombre desnudo caminando por mitad de la acera… Localizaremos a cualquier
persona por medio de la tarjeta de su teléfono. Podremos intervenir su móvil
mediante el código interno incluso estando apagado. Rastrearemos hasta al
individuo más huidizo. Sabremos su posición a cada paso que dé. Lo tendremos
identificado en todo momento para que no se pueda esconder en ningún lugar. Interceptaremos
cualquier tipo de información de cualquier persona en cualquier hemisferio…
Dentro de unos años la capacidad de nuestro software estará en condiciones de
poder monitorizar el flujo de datos de un país entero. Utilizaremos
dispositivos que examinarán todas las comunicaciones. Almacenaremos centenares
de miles de informes provenientes de cualquier lugar del globo terráqueo. Los
datos de los teléfonos y los ordenadores de millones de usuarios serán
vigilados desde salas de control sin que se den cuenta. Seremos como un espía
invisible que se infiltrará en sus sistemas para saber todo lo que necesitamos
de ellos… Podremos escuchar sus conversaciones privadas, leer sus correos
electrónicos, sus mensajes escritos y todos sus movimientos en Internet. Sin
saberlo, muchas personas nadarán plácidamente en un río repleto de
cocodrilos... Y esto tan
sólo es el principio de lo que le espera a la Humanidad… Nuestros científicos
ya experimentan con métodos que llegarán a leer la mente de las personas. Se
está investigando para poder descodificar telepáticamente los pensamientos del
cerebro. Llegado ese día, el dominio sobre cualquier individuo será total. En el futuro los seres humanos estarán tan
vigilados que podremos controlarlos mientras duermen infiltrándonos en sus
sueños…
Steve ansiaba
con todas sus fuerzas que todo lo allí revelado se grabase de manera fiel en el
microcassette. A medida que el Gran Maestro desarrollaba su discurso, los oídos
le zumbaban ante la perplejidad de lo que estaba escuchando.
—El objetivo principal es que la persona no se dé cuenta de que está
siendo manipulada. Antiguamente el analfabetismo era un arma vital para el
poder establecido. Sin embargo, en el futuro la táctica a seguir irá en
dirección contraria… Saturaremos a la masa sucia de información, de manera que
crean que están pensando por ellos mismos. La sobreinformación irá
retroalimentando su cerebro hasta hacerles creer que son libres. Les
resetearemos su disco duro mental moldeando sus ideas y su perspectiva a medida
que vayan adquiriendo la información infiltrada de forma subliminal. Al final terminarán
por aceptar como suya esa verdad que les ofrecemos sin que sospechen ni por un
momento que están rodeados de espejismos. Será como un método de pesca
infalible en el cual los peces se dirigen de manera irremisible a través de un
embudo en busca del cebo. Cuando quieran darse cuenta, ya no podrán escapar de
su trampa… Aplicaremos en sus mentes todo lo que hemos diseñado de forma
minuciosa. Les iremos imbuyendo en nuestros intereses creados rodeando su
voluntad poco a poco como si fueran capas de cebolla. A este sistema alienante
lo hemos denominado educastración. Será una guerra psicológica sutil muy fácil
de aplicar en los estratos de la sociedad. Modelaremos a nuestro antojo todo lo
necesario hasta convertir en sumiso al inconsciente colectivo de la población.
Ése es objetivo de la ingeniería social que vamos a diseñar para el arranque
del nuevo milenio. El lema es hacerles desear lo que no necesitan creándoles
dependencia de cualquier cosa por superflua que parezca. La masa siempre
termina comportándose como gorriones a los que se les echa migajas de pan…
El Gran
Maestro hizo una pausa revisando tras su máscara dorada algunos papeles
escritos a mano. Después dio otro sorbo al té y siguió hablando con elocuencia.
—La educastración tendrá que aplicarse de manera firme y pertinaz.
La metodología psicológica empleada será constante e invasiva apoyándonos
siempre en los medios de comunicación. Estableceremos lo que nuestros anteriores
maestros llamaban dictadura sin lágrimas. Les dirigiremos a un consumo
permanente del que jamás podrán prescindir. Crearemos modas absurdas que los
mantengan entretenidos y alienados. Les abocaremos a lo que en términos de
ingeniería social se llama obsolescencia programada. Los aparatos tecnológicos
estarán destinados a morir en un breve espacio de tiempo. De forma escalonada
iremos sacando al mercado productos que ya existen desde mucho antes, pero que
dosificaremos ofreciéndolos poco a poco. Así irán desechando los ordenadores y
los teléfonos móviles sustituyéndolos por nuevos modelos. Será una manera sutil
de camuflar al vulgo su condición de esclavos consumistas. Este sistema
propiciará que nunca se detenga la maquinaria productiva. Obviamente esto no se
trata de algo nuevo. A principios del siglo XX las bombillas eléctricas
fabricadas tenían una duración casi imperecedera; sin embargo, hoy en día su
caducidad está dispuesta bajo una serie de horas calculadas de forma
deliberada.
El Gran
Maestro cada vez se mostraba más exaltado en sus palabras. Repasó algunas de las
hojas y continuó su discurso pletórico de energía elevando su brazo derecho.
—Las tecnoadicciones serán nuestra principal arma en el nuevo
milenio. Crearemos dependencias tecnológicas superfluas que constituirán la
base fundamental de nuestra programación social. Haremos que sean un elemento
de la vida tan imprescindible para cada individuo como respirar el aire… Cuando
los conquistadores arribaron al Nuevo Mundo deslumbraron a los indígenas
mediante baratijas regaladas a cambio de piezas de oro. Nosotros ofreceremos al
vulgo juguetes electrónicos a cambio de su voluntad. Les convenceremos de que
la clave de la felicidad reside en sus pantallas digitales. La plebe nunca jamás
podrá aspirar a ser feliz, pero conseguiremos que crea que lo es mediante las
nuevas tecnologías. Ahí entramos en acción nosotros para conducirles hacia ese
espejismo de bienestar manipulado. La principal función del capitalismo es
crear ansiedad consumista en la masa. En un futuro no muy lejano les haremos
caminar ensimismados por las calles inmersos en sus teléfonos móviles como si
fueran autómatas teledirigidos. También les retendremos durante horas sentados
frente a su ordenador. Creerán que navegan libres, pero estarán atados con
cadenas a sus asientos. Pensarán que se están comunicando, pero en realidad se
hallarán solos frente a un frío monitor…
Les mantendremos en un estado de permanente zombificación y de soledad
hiperconectada. La base de nuestra
programación social reside en eximir totalmente al individuo de ideas personales.
Les daremos a elegir entre una serie de opciones preconcebidas. El engaño
consiste en que ellos nunca podrán diseñar sus propias opciones. Siempre les
vendrán dadas. Será una garantía para tener al vulgo en todo momento bajo
control… Si metes a una rana en una olla y la cueces a fuego lento, la rana no es
consciente de que se va calentando y terminará muriendo sin saberlo. De la
misma forma, la esclavitud de las nuevas tecnologías se irá instalando en sus
vidas hasta subyugarlos por completo sin ser conscientes de cómo han llegado
hasta donde están...
El reportero
no daba crédito ante la perversidad de aquel proyecto manipulador perfectamente
calculado desde las más altas esferas. Estaba claro que el objetivo era imponer una dictadura a través de
la digitalización global. Aquellos
vaticinios impuestos de control cibernético resultaban alarmantes. Steve se
aferró a la esperanza de que las profecías tecnológicas reveladas por el Gran
Maestro tan sólo fueran elucubraciones de su mente jactanciosa y que jamás se
llevarían a cabo. Sin duda todo lo expuesto en aquel discurso del Arcano era un
absoluto delirio… Durante unos instantes imaginó a la gente caminando absorta
por las calles abducida con sus teléfonos móviles. Aquello le pareció del todo
imposible. Nadie con un mínimo de inteligencia podría dejarse manipular de esa
manera.
7
Steve
Hammill sacó la microcinta con sigilo e introdujo otra nueva en la grabadora.
El tiempo para su relevo se iba agotando, pero estaba tan abstraído que no
reparó en ello. La vigilancia controlaba el discurso por el circuito cerrado de
televisión en actitud sumamente relajada. Lo único que alteraba la quietud de
la Gran Sala Subterránea eran los ademanes despóticos del Arcano y los
movimientos sinuosos de los tiburones en el acuario circular. Alzando el báculo
con gesto de prepotencia, el Gran Maestro continuó su discurso profético
reiterándose una vez más en lo ya expuesto.
Desde el fondo de la sala el reportero accionó expectante su
microcassette oculto bajo la capa.
—En los factores económicos se asientan las raíces del poder y
constituyen el eje fundamental de nuestras Sociedades Secretas. Cada época
tiene una estrategia diferente a seguir y nosotros siempre debemos estar un
paso por delante anticipándonos a las tendencias o simplemente propiciándolas.
En el tercer milenio les haremos creer que Internet es lo único que necesitan
para ser felices convirtiéndolos en toxicómanos de las nuevas tecnologías. Estarán
enganchados hasta tal punto que sufrirán crisis de ansiedad si les falta la
droga de la comunicación virtual. Hace unos años nadie podía imaginar que el
mundo entero dependiese de un artilugio tan superfluo como un teléfono móvil. Y
esto sólo es el comienzo… Os aseguro sin temor a equivocarme que llegará un
momento en el cual la mayoría de la población mundial claudicará hipnotizada
por ese pequeño aparato. Haremos del teléfono móvil un tótem al que adorar.
Concentraremos en su interior todo lo necesario para esclavizar la voluntad de
la plebe. Poco a poco les iremos inculcando necesidades superfluas para que en
el futuro les sean imprescindibles. Ésa es la clave: hacerles desear lo que no
necesitan. Pondremos frente a sus narices zanahorias tecnológicas que los
mantengan dócilmente distraídos... Será un sometimiento constante de baja
intensidad. Les daremos libertad virtual a cambio de absoluto control. Les
provocaremos un continuo estado de ansiedad consumista abduciéndolos de manera
que lo que hoy consideren como novedoso a nivel tecnológico, en poco espacio de
tiempo les parecerá obsoleto, manteniendo siempre su voluntad totalmente sumisa
frente al mercado que les impondremos. El
consumo compulsivo es una de nuestras mejores bazas para la dominación del
vulgo… Todos nuestros planes están perfectamente diseñados y los iremos
ofreciendo de forma simétrica y progresiva. En la actualidad la gente
sólo se conecta a Internet de manera eventual, pero en el futuro la red permanecerá
conectada en sus vidas las veinticuatro horas del día. No daremos tregua.
Alienaremos sus cerebros sin dejar el mínimo resquicio a la autodeterminación
personal. Todo individuo estará automatizado dentro de su aparente libertad
tecnológica. Idiotizaremos a la población mundial para siempre. Y ya nunca más
podrá haber marcha atrás…
El Gran
Maestro continuó arengando a los asistentes durante más de dos horas con su
oratoria persuasiva y dogmática. Luego se retiró parsimonioso desapareciendo
tras la puerta secreta. En esos momentos se escuchó el sonido retumbante del
gong que anunciaba un pequeño receso. Durante ese intervalo de tiempo los
miembros de la reunión comentaban entre ellos las impresiones acerca del discurso.
Al cabo de quince minutos volvió a sonar el gong. El Arcano regresó de nuevo a
la sala y se procedió a un turno de preguntas como era habitual en todas las asambleas.
Debía solicitarse intervenir alzando el brazo. Una vez concedido el turno, el
miembro en cuestión tenía que ponerse en pie ante todos los congregados. Después
de diferentes preguntas, un accionista del sector bancario situado en las
primeras filas se cuestionaba cómo iba a ser posible ese estricto sometimiento
programado sin que la gente pusiera objeciones. El Gran Maestro le respondió de
manera clarividente y rotunda dirigiendo la punta de su báculo hacia él.
—¿Os acordáis cuando los banqueros impusisteis a los clientes la
falacia de los cargos por mantenimiento de cuenta? Hasta ese momento nadie en
su sano juicio podía pensar que además de daros su dinero también les cobraríais
por ello… Aquella imposición fue una tomadura
de pelo hecha realidad. Manejáis sus ganancias y encima os pagan por un
servicio anodino y absurdo. ¿No es cosa de locos? Los banqueros sois auténticos
prestidigitadores del sentido común, convertís lo inaudito en algo aceptado e
irreprochable. Desde hace siglos habéis hecho creer al vulgo que le hacéis un favor
teniendo su capital en vuestro poder. Sois capaces
de ordenar a los clientes que os besen los pies para después darles una patada en
la boca y que encima os lo agradezcan. Sin duda sois tan inteligentes como perversos… Bien, ahí tenéis el mejor ejemplo que podía haberos puesto. Estoy
convencido de que nuestro programa de ingeniería social funcionará a la
perfección. La masa sucia siempre es dúctil si se sabe emplear con ella los
métodos de control adecuados. Lo importante es mantenerles en la ignorancia y
en el espejismo perpetuo de su felicidad virtual… Podéis estar tranquilos, el
sector de la Banca nada tiene que temer. De hecho, para vosotros tenemos diseñado un plan infalible
que subyugará de manera definitiva a toda la población mundial: la restricción absoluta del dinero en efectivo. En el
plazo de unos años haremos desaparecer progresivamente la moneda física, de esa
forma todas las ganancias del mundo tendrán que estar depositadas
obligatoriamente en vuestros bancos, monopolizando así por completo los ahorros
de cada individuo para vuestro beneficio. Haremos asociar a la población
mundial la palabra dinero a banco de manera intrínseca. Dentro de algunos
lustros, todo el capital del mundo sin excepción circulará por vuestros cauces
bancarios. Llegado ese día, tendréis el planeta a vuestra merced. Las monedas y
los billetes pasarán a ser algo obsoleto e inútil. Las cajas fuertes privadas
se convertirán en piezas de museo, no servirán para nada. Todo estará bajo
vuestro control financiero.
El Gran Maestro hizo una pausa
y bebió el último sorbo de té. Steve Hammill
se quedó perplejo ante aquellas revelaciones. De ser cierto, el día que
desapareciese el dinero en metálico los bancos dominarían el mundo… El Arcano prosiguió su discurso
cada vez más enardecido con sus propias sentencias.
—Todos los del sector bancario os preguntaréis cómo lograremos dirigir
al vulgo hacia nuestros intereses sin queja alguna. Bien, será muy sencillo.
Una vez más les echaremos migajas para que revoloteen a nuestro alrededor. Les
embaucaremos con las supuestas ventajas de realizar siempre sus pagos con
tarjeta. Les venderemos el engaño de que utilizar dicha opción es mucho más
cómoda que el uso de efectivo, cuando la realidad es que se trata de una trampa
urdida que al final les costará muy caro… No poder optar por hacer pagos en
metálico al margen de los bancos se convertirá en una dictadura que los hará esclavos
de por vida. Cuando todo el dinero circule por cauces bancarios manejaréis sus
cuentas a vuestro antojo. Su dinero pasará a convertirse en algo volátil y
fuera de su alcance. Con la menor excusa aniquilaréis el patrimonio de quien os
convenga. Bastará una simple orden para convertir a cualquiera en indigente
bloqueando su tarjeta. Se tratará de algo tan sencillo como abrir o cerrar un
grifo. Los clientes se convertirán en marionetas que dependerán de vuestra
voluntad… Para realizar este plan de eliminación del efectivo pondremos
máquinas en todos los países del mundo e iremos sustituyendo el dinero físico
por dinero digital. Les llevaremos al redil como ovejitas sin que sospechen que
ofrecer a la Banca todos sus ahorros es lo mismo que poner al zorro a cuidar
del gallinero… Esta estrategia bancaria supondrá también un control absoluto de
cada persona en el mundo. Será una forma taxativa de anular para siempre la
privacidad. Conoceremos todo de cada individuo sin opción a poder impedirlo. El
derecho a la intimidad quedará definitivamente anulado. Tendremos libre acceso a sus datos personales
mediante los movimientos bancarios. Sabremos al cien por cien cuáles son sus
ingresos y su situación económica. Vigilaremos lo que compra, dónde y cuándo.
Nadie escapará a nuestro control. Será una dictadura camuflada dentro de una
supuesta democracia…
Después de varias cuestiones más repartidas entre diferentes miembros
de la asamblea, el reportero tuvo la tentación de alzar el brazo y hacer una
pregunta. Sabía que ese gesto supondría dejar automáticamente de pasar
desapercibido, pero aquella oportunidad que se le presentaba como periodista de
investigación era demasiado tentadora… Armado de valor, Steve
levantó la mano. El Gran Maestro dirigió su mirada hacia él dándole su
aquiescencia para plantear una cuestión. El reportero se levantó del asiento
cohibido y vacilante. Con un nudo en la garganta, preguntó desde la última fila
acerca de los rebeldes y la estrategia a seguir contra ellos. Steve sostenía temeroso
su microcassette bajo la túnica para grabar cada palabra. Tras unos segundos de
silencio, el Arcano le respondió con tono seguro y categórico.
—Nuestra misión es fagocitar a todas las mentes y no dar opción a
que los insurrectos entorpezcan nuestros designios. No obstante, los que se
rebelen contra los avances tecnológicos también serán marginados por la masa.
Los propios corderos acabarán rodeando a los lobos solitarios haciéndoles huir
a la soledad de las montañas… No habrá fisura alguna. El ser humano es gregario
por naturaleza. Todo aquel que no se
adapte a los hábitos adquiridos por el resto de la plebe terminará siendo
apartado. La masa sucia hará el trabajo contra los outsiders sin que nosotros
tengamos que molestarnos en mover ni un solo dedo. Incluso los que en un
principio se muestren más reticentes a introducirse en los nuevos hábitos
informáticos terminarán doblegados aceptando la evidencia de los arrolladores
avances tecnológicos… En cualquier caso, los disidentes no supondrán peligro
alguno para el sistema. Serán ellos mismos los que se encontrarán ante esta
disyuntiva: o se introducen dentro del programa creado o quedarán relegados a
un ostracismo perpetuo. La misma plebe les dará de lado estigmatizándolos como
indeseables e inadaptados. En cualquier caso, tan sólo serán unos pocos. Al
resto de la Humanidad la abduciremos sin traba alguna… Puede estar tranquilo, nuestros servicios de inteligencia nunca
dejan nada al azar. En caso de que fallase el primer supuesto, siempre
estaríamos a tiempo de aplicar a los rebeldes el Plan B, que usted como miembro
de las Sociedades Secretas conocerá muy bien…
Steve no se
esperaba que el Arcano se dirigiese a él de forma tan directa. De pronto, la
grabadora resbaló de su mano cayendo al suelo. Por suerte quedó oculta bajo la
túnica junto al pie.
—Se le ha caído un objeto… —asertó
el Gran Maestro con voz siniestra.
El reportero,
totalmente contrariado, se agachó para recoger la grabadora. Luego se sentó en
la butaca haciendo una reverencia. Desde el circuito cerrado de televisión el
equipo de seguridad observó toda la escena.
8
La reunión
se estaba prolongando más de lo previsto, pero Steve Hammill se hallaba tan
abstraído que no reparó en ello. En esos momentos su única preocupación era que
el sonido registrado en las cintas tuviera la mayor calidad posible para
después regresar a Londres con el material grabado y publicar la exclusiva
advirtiendo a la población mundial de lo que estaban maquinando las Sociedades
Secretas. Aquel documento inédito sin duda causaría un impacto tremendo en la
prensa occidental. Steve era consciente de que tarde o temprano debería cambiar
de nombre y desaparecer para siempre en algún lugar recóndito del mundo, pero
estaba decidido a pagar aquel alto precio.
No le importaba arrastrar el sacrificio de ser fugitivo durante toda la
vida. Con el dinero obtenido mediante las cintas podría retirarse para el resto
de sus días viviendo de las rentas.
Al margen de su ambición por ser reconocido
como un periodista de élite, a Steve le alarmaba el siniestro plan que pretendían
diseñar las altas esferas en aquella reunión. Todo lo allí expuesto por el
Arcano era espeluznante y devastador. No daba opción alguna al ser humano para
poder realizarse como individuo en total libertad. Imaginó una sociedad
completamente abducida por el espejismo de las nuevas tecnologías y se
estremeció. Si todo lo referido por el Gran Maestro pudiera llevarse a cabo, el
panorama que se le presentaba al mundo era desolador… En su mente pudo
vislumbrar miles de personas caminando por las calles como autómatas
incomunicados en su comunicación virtual. Imaginó los transportes públicos
llenos de individuos con la vista puesta en sus teléfonos móviles ignorando
todo a su alrededor y cientos de peatones tropezando por las aceras de
cualquier ciudad del mundo absortos y recluidos en sí mismos. Aquellas imágenes
futuras le parecieron el preludio de una sociedad totalmente alienada. Steve se
negaba a admitir que el hombre pudiera llegar a ser tan estúpido confundiendo
la realidad hipnotizado por un artilugio compuesto de fríos circuitos
electrónicos. Sin duda se trataba de una esclavitud disfrazada de bienestar,
tal y como había previsto aquel siniestro hombre enmascarado.
Quedaba poco
tiempo y las cosas empezaron a complicarse. El sargento Moore decidió hacer una
ronda general por todos los puestos de vigilancia del ala izquierda. En último
lugar subió a la terraza del mirador. Ante su incredulidad, comprobó que Steve
Hammill no estaba allí. El guarda conocido por todos como Peter Hacket había
dejado desierto su puesto de manera reincidente. Esta vez el sargento no se lo
iba a perdonar... Moore salió corriendo de allí en dirección al servicio, pero
tras revisar las puertas de los aseos no le encontró. Rápidamente se dirigió de
nuevo al ala izquierda y con la llave maestra entró en la habitación de Steve.
Tampoco estaba en el dormitorio, aunque halló su uniforme tirado sobre la cama.
Ya no le quedaba la menor duda; Peter Hacket era un agente infiltrado en misión
de espionaje enviado hasta allí por algún enemigo de las Sociedades Secretas…
El sargento ordenó su búsqueda por todas las estancias y luego subió al centro
de pantallas. Desde aquella sala monitorizada revisaron una por una las cámaras
del circuito cerrado, tanto interiores como exteriores, Entonces uno de los
vigilantes observó algo anómalo: en la sala subterránea donde se estaba
celebrando la reunión había una persona de más. Los guardas hicieron el
recuento de forma minuciosa y detectaron que a la fuerza tenía que haber un intruso
sin identificar entre en los asistentes. El jefe de seguridad accionó rápidamente
la alarma dando orden de bloquear la entrada a la Gran Sala. Era preciso
interrumpir la reunión en aquel mismo instante para prevenir cualquier riesgo.
Uno de los guardas que custodiaba la puerta blindada se acercó hasta el Gran
Maestro y le dijo algo al oído. El Arcano se irguió mirando hacia los miembros
de la reunión con ademán inquisidor.
—Parece ser que tenemos un espía en la sala…
Un murmullo de asombro se dejó oír entre las butacas. Algunos de los congregados
se levantaron de sus asientos mirando alrededor. El murmullo fue en crescendo
convirtiéndose en una algarabía de voces entremezcladas. Un intenso escalofrío
recorrió el cuerpo de Steve. Su corazón se aceleró a punto de estallar. En ese
instante una patrulla de guardas entró bifurcándose en dos hileras para
rodear el recinto acorazado tomando posiciones en el interior de la sala.
—Procedamos a la verificación de la contraseña de emergencia —dijo el
Arcano sosteniendo el báculo con firmeza—. Vayan subiendo de uno en uno al
estrado.
Hubo un silencio sepulcral. La noticia de que alguno de los allí
presentes era un espía produjo una sensación plúmbea en el refugio subterráneo.
El aire comenzó a hacerse denso e irrespirable. Un traidor se hallaba entre los
miembros de la asamblea y el que fuera lo iba a pagar caro... La contraseña de
emergencia jamás había sido utilizada en todos los años que llevaban
reuniéndose las Sociedades Secretas desde principios del siglo XX. La palabra
clave para aquel 29 de febrero del año 2000 era Akenatón.
Mientras los
guardas permanecían apostados con sus ametralladoras rodeando el inmenso
acuario de tiburones, uno a uno todos los
miembros fueron pasando en fila frente al Gran Maestro. Subían la pequeña
escalinata y junto al obelisco negro susurraban al oído del Arcano la palabra
clave. Una vez revelada la contraseña, retornaban a su asiento correspondiente.
Los primeros en pasar fueron los miembros del Tribunal Supremo que estaban en
las primeras filas con sus túnicas de color púrpura y sus máscaras plateadas.
Después las filas intermedias se acercaron hasta el altar en escrupuloso orden.
Una vez pasado el segundo filtro, solamente quedaban las butacas traseras.
Desde el circuito cerrado de televisión el sargento Moore estaba pendiente del
enmascarado que se extravió antes del inicio de la asamblea. Era el mismo que
desde la última fila había planteado una pregunta al Gran Maestro... Cuando se
levantó para seguir la fila de los miembros que quedaban por revelar la
contraseña, algo llamó la atención del sargento: aquel hombre que cojeaba de
manera evidente ahora caminaba con normalidad en dirección al altar. Moore se
comunicó mediante el walkie con el responsable de la sala subterránea para que todos
los vigilantes estuvieran alerta ante cualquier movimiento en falso. Dieron
orden de mantener las armas cargadas y actuar de forma expeditiva si fuera
necesario. Cuando llegó su turno, Steve Hammill se quedó inmóvil frente
al Arcano.
—Y bien —dijo el Gran Maestro—. Es usted el último de los asistentes en
revelar la contraseña… ¿Sería tan amable de pronunciarla en alto para todos los
aquí reunidos?
El reportero
permanecía en silencio con la cabeza agachada. Los miembros de la reunión
aguardaban expectantes bajo un silencio sepulcral.
—¿Nos va a decir la contraseña o es que acaso la ha olvidado? —inquirió de nuevo el líder supremo.
Un sudor
frío recorrió la espalda de Steve bajo su túnica negra. El Arcano hizo un gesto
con el báculo para que le registraran. Al instante hallaron la grabadora y las
microcintas. Uno de los guardas le quitó la máscara azul de un tirón. Cuando
por la pantalla del circuito cerrado Moore vio aquel rostro, no podía salir de
su asombro… Dos de los escoltas apuntaron con las ametralladoras sobre su
cuerpo. Después le obligaron a ponerse de rodillas con los brazos en cruz.
Steve Hammill permanecía estático con la mirada fija en las botas negras del
Arcano.
—Llevadlo al Cuarto Especial —ordenó el Gran Maestro con tono
imperturbable—. Allí se le indicará al detalle la estrategia a seguir por las
Sociedades Secretas contra los rebeldes. Que le apliquen el Plan B.
El Arcano bajó del estrado caminando con aire solemne. Se detuvo un
instante y miró por última vez a los convocados a través de su máscara dorada.
Apoyado en su báculo de piedras preciosas abandonó la sala acompañado de dos
sirvientes que le seguían tras su túnica escarlata. El sonido retumbante del
gong dio por concluida la Reunión Secreta.
9
El espía fue
trasladado de inmediato a la estancia conocida por todos los vigilantes como
Cuarto Especial. Estaba ubicada en uno de los pasadizos que conducían a la sala
subterránea, tras una puerta camuflada que comunicaba directamente con el
acuario. Era un espacio húmedo y lóbrego de unos diez metros cuadrados
habilitado con una enorme máquina trituradora de cadáveres para alimentar a los
tiburones. Mediante un sistema de succión acoplado a un tubo de acero, el detritus
pasaba directamente de la máquina al recinto acuático. Las paredes de hormigón
estaban cubiertas por argollas donde se ataban con cadenas a los presos allí
trasladados. Eventualmente aquel habitáculo se usaba como lugar de
interrogatorio ante cualquier sospecha de rebelión por parte de insurrectos de
cualquier país que pudieran suponer algún peligro para los planes de las
Sociedades Secretas. A estos sediciosos se les sometía a lo que entre ellos era
conocido como Plan B, un método de purgación psíquica infalible. El sargento
Moore, herido en su orgullo por el hecho de haber sido burlado tan fácilmente,
se ofreció voluntario para llevar a cabo dicho procedimiento contra Steve
Hammill. La declaración del inculpado para recabar datos se basaba en la
aplicación del Plan B sobre su cuerpo con métodos sistemáticos de tortura
mientras permanecía colgado de las argollas a un palmo del suelo. Se le
aplicaban descargas eléctricas, se quemaban sus partes más sensibles con
cigarrillos y se le ahogaba con bolsas de plástico hasta dejarlo al borde de la
asfixia. Si el insurgente sobrevivía al brutal martirio sin confesar ni ofrecer
información sobre sus planes, en última instancia era introducido en la máquina
trituradora pulverizando hasta el último de sus huesos. La trituradora
comenzaba a funcionar desde los pies hasta la cabeza desmenuzando el cuerpo del
reo, que iba viendo cómo desaparecían los miembros de su organismo ante el
horror de sus propios ojos.
Regularmente
un buque de mercancías de la organización fondeaba en la isla para desembarcar a
un contingente de presos capturados en todos los lugares del planeta. Cientos
de cabecillas rebeldes que habían desaparecido fueron trasladados hasta allí
para ser desmenuzados en la trituradora sin dejar rastro alguno de su
existencia… Aquel microcassette y las cintas con la grabación de la Reunión
Secreta sentenciaron a Steve Hammill. Él mismo sabía que no tenía escapatoria
posible. Su intuición como reportero le hizo comprender que había llegado su
hora. Pero en el fondo no le importaba demasiado. Después de presenciar durante
años todos los horrores de los cuales era capaz el ser humano, tenía el
suficiente coraje como para despreciar la vida trascendiendo más allá de su
instinto de supervivencia. Su único lamento era no haber podido sacar a la luz
la estrategia empleada por aquellas sociedades sibilinas que dirigían el mundo
de forma indolente y calculada. Steve Hammill presentía que muchos de los
proyectos urdidos esa noche se llevarían a cabo sin que nadie pudiese
impedirlo. Aquellos enmascarados que dirigían todo desde las brumas eran
hombres carentes de escrúpulos que miraban la existencia desde un plano
meramente estadístico siempre basado en cifras para sus beneficios personales.
En el último
hálito de vida Steve recordó la metáfora que el Gran Maestro relató durante la
Reunión Secreta: «Si metes a una rana en una olla y la cueces a fuego lento, la
rana no es consciente de que se va calentando y terminará muriendo sin saberlo.
De la misma forma, la esclavitud del desarrollo tecnológico se irá instalando
en sus vidas hasta subyugarlos por completo sin ser conscientes de cómo han
llegado hasta donde están...» Ésa era la táctica que a partir de entonces
emplearían las Sociedades Secretas: ir habituando a la población a un
sometimiento gradual mediante el espejismo de las nuevas tecnologías.
10
Amaneció un
bello día en la isla. La aurora se fue disipando a medida que el sol anaranjado
surgía por el horizonte del mar. Uno tras otro, los aviones privados despegaron
partiendo hacia diferentes destinos en todo el planeta. Al cabo de algunas
horas aterrizaron junto a lujosas residencias con verdes jardines y campos de
golf de varias hectáreas. Hasta la siguiente Reunión Secreta los hombres
enmascarados se dedicarían a blanquear sus enormes fortunas con diversas obras
filantrópicas para de esa forma lavar sus conciencias y despejar cualquier tipo
de sospecha sobre su honorable reputación.
Aquella
mañana los tiburones del acuario subterráneo estaban inquietos dando vueltas en
círculo sin cesar frente a la trampilla que comunicada con el tubo del Cuarto
Especial. Hambrientos y excitados por el olfato, su instinto de escualos les
hacía presentir que recibirían una ración extra de comida. En cuestión de
segundos iban a devorar el vestigio de la última esperanza que hubiera podido
mostrar al mundo el sometimiento vil de aquellos poderosos magnates. Esa
madrugada Steve Hammill pasó a formar parte de la lista de desaparecidos que
habían terminado sus últimas horas bajo las aguas del océano.
El personal
encargado del mantenimiento abandonó aquel remoto lugar en el último avión. Al
anochecer, la paradisiaca isla del Pacífico quedó totalmente vacía. En el resto
del planeta la Humanidad se hallaba inmersa en sus tareas cotidianas como una
jornada cualquiera, ignorando los nuevos designios que desde la noche anterior
se cernían sobre ella para los próximos lustros.
FIN

La leyenda
de la Calzada Romana
I
Os aconsejo que en las noches claras de luna llena no os aventuréis jamás a caminar por la Calzada Romana que sube desde las Dehesas hasta el puerto de la Fuenfría. Dicen que el fantasma de un alma en pena deambula entre las losas con sed de venganza…
En tiempos del Imperio Romano, durante la construcción de la calzada que cruza la sierra de Guadarrama, miles de esclavos celtíberos trabajaban extenuados para engrandecer con su sudor el poderío del César. Largas jornadas de trabajos forzados agotaban a los cautivos hasta dejarlos al límite de sus fuerzas.
Un valiente guerrero celtíbero llamado Bagarok cayó en manos de las tropas romanas durante el asedio a los bosques, donde una minoría resistía heroicamente al invasor.
Bagarok era temido entre los romanos. Éstos le odiaban por las muchas bajas que había causado a sus legiones dirigiendo toda suerte de emboscadas y escaramuzas.
Tras capturar al guerrero rebelde, una sola palabra quedó grabada a fuego en la espada de Bruto, el decurión romano. Esa palabra no era otra que castigo.
II
Con las heridas aún sin cicatrizar Bagarok pasó a formar parte de la cadena que arrastraba penosamente los bloques de piedra hasta las laderas de la montaña para construir la gran Calzada Romana que atravesaba el centro de la Península Ibérica. Los esclavos celtíberos eran obligados a trabajar sin descanso, apenas alimentados durante toda la jornada por un puñado de frutos secos, miel y leche agria. Sin duda aquella era una exigua ración de comida para un hombre que todavía se hallaba convaleciente.
Bagarok había vendido cara su derrota. Hasta el último instante se defendió espada en mano luchando contra un sinfín de soldados que lo acorralaron entre los peñascos de la cumbre más alta. A pesar de su destreza le fue imposible hacer frente a tal número de hombres, que al caer la tarde lo apresaron sin posibilidad alguna de resistencia. Cuando Bagarok descendía encadenado por la ladera de la montaña en dirección al campamento romano todo su cuerpo brillaba cubierto de sangre.
Una calurosa mañana en plenos trabajos forzados las piernas de Bagarok comenzaron a flaquear hasta hacerle caer de bruces en el suelo. A fuerza de latigazos pudo levantarse, pero al momento volvió a dar con sus huesos en la tierra… Una vez más se levantaba y de nuevo caía… El látigo laceraba sin piedad la espalda magullada del celtíbero una y otra vez, una vez más… y otra… y otra… y otra…
Bagarok cayó desplomado sin conocimiento.
III
Esa misma noche en plena luna llena, Bruto, el decurión sanguinario, ordenó una muerte cruel y perversa para el valiente guerrero: entre cuatro soldados apresaron a Bagarok y lo ataron con una soga amarrada a un bloque de piedra colocado en el puente de la Calzada Romana. Entre risotadas y burlas fueron añadiendo bloque tras bloque alrededor de su cuerpo iluminado por las antorchas. De esa terrible manera Bagarok quedó inmovilizado hasta el pecho.
Completamente ebrios, los legionarios regaban la cara del prisionero con vino que vertían de sus odres. Bagarok se agarraba a las piernas de los soldados en un intento desesperado por defenderse de aquella humillación, pero todo esfuerzo fue en vano… Tan sólo era capaz de clavar las uñas en los tobillos de sus torturadores, que le pisaban las manos y le daban patadas en los costados.
Aquella funesta noche la luna brillaba en lo más alto del firmamento recortando las siluetas escarpadas de los picos en el horizonte. A medida que ingerían más vino su crueldad aumentaba de manera despiadada: le escupían, le lanzaban piedras, le fustigaban con ramas de acebo… Los romanos danzaban alrededor del prisionero alzando las antorchas jactándose de haber capturado al más valiente y montaraz de los guerreros celtíberos.
Cuando la luna se ocultó por fin tras las montañas un soldado desenvainó su daga marcando en la frente de Bagarok las iniciales del Imperio Romano: S.P.Q.R.
Parecía imposible que pudiera haber mayor tormento para Bagarok, pero lo hubo… Al final de la noche, entre risas histriónicas y gritos dementes, los sicarios de Bruto cubrieron por completo el cuerpo del guerrero con bloques de piedra.
Tras despuntar el alba expiró por fin en la prisión más horrible que jamás haya podido padecer un ser inocente cuyo único delito era luchar por la libertad de su pueblo. Bagarok había sido inmolado en nombre del Imperio Romano.
Con las primeras lluvias del otoño un árbol empezó a brotar sobre el puente de la Calzada, justo entre las grietas donde fue sepultado el cuerpo del celtíbero.
IV
Pasaron muchos siglos sin que se volviera a saber nada de dicha historia, hasta que en la Edad Media comenzaron a extenderse rumores acerca de caminantes que cruzaban la montaña por la Calzada en noches claras de luna llena desapareciendo sin dejar rastro alguno…
A menudo se hallaron cuerpos degollados en los cuales se repetía la misma peculiaridad: alrededor de los tobillos tenían magulladuras de uñas clavadas con saña por una criatura nocturna que al acecho desde las grietas de la Calzada se abalanzaba sobre su víctima para luego estrangularla sin piedad.
Hay quien pernoctando en los alrededores del puente romano ha escuchado susurros fantasmagóricos que salían entre las ramas de aquel enorme pino incrustado sobre las losas… Los ancianos del lugar aseguran que ese árbol tiene agarradas sus raíces en los brazos de un antiguo guerrero celtíbero.
Dice la leyenda que durante las tormentas nocturnas se forman riadas de sangre sobre las losas de la Calzada… Lo cierto es que todo aquel incauto que cruza el puente de la Calzada en noches de luna llena desaparece sepultado bajo la tierra… Por eso jamás se te ocurra merodear en luna creciente por el bosque de las Dehesas si no quieres verte inmerso en un viaje sin retorno a las profundidades de la Calzada Romana……
Oscar Nóbregas

La habitación del espejo
Llevaba años sin entrar allí.
El mero hecho de pensar que alguna vez tendría que atravesar el umbral de esa puerta le producía escalofríos... La última ocasión que tuvo el valor de hacerlo fue con la máscara ocultando su verdadero rostro, pero Rael sabía que antes o después debería enfrentarse al espejo.
Siempre mantuvo la habitación sellada con un par de cerrojos y cada noche revisaba las llaves en el cajón de la mesilla para asegurarse de que no faltaba ninguna.
Los niños muchas veces habían querido entrar en aquella estancia, aunque él se negaba en rotundo a dejarlos ni tan siquiera vislumbrar lo que se ocultaba en ella... Rael sospechaba que el paso del tiempo habría vuelto aquel lugar cada vez más tenebroso. Imaginaba el espejo rodeado de candelabros con mugrientas telarañas que se cruzaban de lado a lado. Sobre la cómoda, una vieja Biblia polvorienta con las tapas raídas era testigo mudo de las noches silenciosas. Durante lustros permaneció abierta por el Antiguo Testamento en el capítulo donde Abraham ofrece su propio hijo a Jahvé como sacrificio.
En realidad era lo único que existía allí dentro, pues la habitación quedó desalojada muchos años antes tras la muerte del abuelo paterno, día en el que el difunto estuvo de cuerpo presente durante toda aquella lúgubre velada. Ahora la alcoba se mostraba fría y húmeda bajo la oscuridad...
2
Como cada mañana Rael cogió el sombrero y se puso el rostro. Nada más salir a la calle comenzaba una peculiar danza de saludos y buenas maneras. Su reputación en el barrio era intachable. Los domingos acudía a la parroquia para asistir a misa como el más cumplidor de los beatos. Durante el oficio religioso a menudo se ofrecía voluntario para leer algún fragmento de las epístolas destacando sobre los demás en la oratoria por su brillante elocuencia. El vecindario le consideraba una persona afable y simpática a raudales. Se decía de él que era el marido y el padre perfecto, digno de la mejor familia. Siempre que salía de paseo por el bulevar de la avenida Rael alzaba el sombrero saludando con gentileza y donaire. No existía dama que a su paso tuviera que enfrentarse con una puerta cerrada, allí siempre oportuno estaba él haciendo alarde de caballerosidad y palabras perfumadas.
Pero la realidad era bien distinta. Cuando Rael volvía a casa colgaba el rostro junto al sombrero y todos se echaban a temblar... Con la misma mano que abría la puerta a las damas, noche tras noche maltrataba a su esposa. También atemorizaba a sus hijos amenazándoles con dejarlos en la calle pidiendo limosna y durmiendo bajo un puente del río. A veces Rael observaba de cerca a Anna, y si descubría una arruga nueva sobre su piel se lo recriminaba con todo el desprecio del mundo. No podía soportar el hecho de ver en su cuerpo los pliegues propios de la vejez... Tiempo atrás Anna fue famosa en el lugar por su belleza. En plena juventud a su paso los hombres se giraban exclamando alguna galantería. Pero el transcurso de los años había ajado sus facciones. De aquella mujer lozana sólo quedaban las fotos y el recuerdo. Muchas tardes plomizas Anna se ahogaba en su soledad contemplando esas imágenes en las cuales se mostraba radiante. Acariciaba el papel y cerraba los ojos volando hacia el pasado cuando su belleza provocaba la admiración de cualquier hombre... Ahora tan sólo era un estorbo para su marido. Rael se mostraba incapaz de mirar en el interior de su esposa y valorar las virtudes espirituales que ella irradiaba; virtudes que no se podían tocar, pero inigualables en otro tipo de belleza.
Lo cierto es que Rael no soportaba la decadencia de su físico pues en ella veía reflejada la amargura de un ser superfluo que jamás quiso alimentar su alma. Con el paso de los años Rael comprendió que aquella vida de fachada se desmoronaba por momentos. Aun así, para él seguían siendo más importantes las relaciones con extraños que las de sus propios familiares, por ello cultivaba su hipocresía con denuedo y perseverancia. Todas las mañanas tras el desayuno Rael ensayaba los gestos más corteses y las palabras más precisas para ganarse al público: «¡Buenos días, don Cosme! ¡Que tenga una jornada agradable!» «¡Saludos a su marido, doña Matilde! ¡Pase usted una buena tarde!» La sonrisa de Rael era mecánica, se diría que como accionada por un resorte. Tan sólo quien se fijase bien podía descubrir que estaba completamente hueca... Aquella sonrisa histriónica resultaba incapaz de encender el brillo en sus ojos puesto que no salía del corazón. Era un mero recurso, un reclamo para ganarse la simpatía de las gentes y ciertamente lo conseguía. Don Rael saludaba efusivo a los vecinos, que jamás pudieron sospechar lo que sucedía en su casa de puertas para adentro… La auténtica realidad es que era un mentiroso compulsivo. Engañaba, intrigaba y calumniaba manipulando alrededor todo lo que fuera necesario con tal de acrecentar su reputación. Ése era su único tesoro: vivir inmerso en la mentira de su propia imagen para ocultar así su verdadera naturaleza que era del todo mezquina y abyecta.
3
Nada más entrar en el recibidor Rael colgaba el sombrero junto al rostro. Entonces es cuando mostraba su verdadera cara. A su mujer le gritaba con desprecio por la menor circunstancia. Si el guiso no estaba sazonado a su gusto volcaba la olla esparciendo la comida por el suelo. Después le ordenaba recogerlo con el cazo para servirlo en su plato y en el de los niños. Rael disfrutaba observando cómo a duras penas engullían cabizbajos bocado tras bocado. Aquello era una muestra de sumisión placentera que le regocijaba en lo más profundo de su maldad… Las duchas de agua fría, los pellizcos retorcidos o la correa del cinturón eran algunos de los métodos que utilizaba para llevar a sus vástagos por el buen camino. «¡No, papá, eso no!», suplicaban los niños sobrecogidos cuando su padre les imponía algún castigo severo. «¡Así aprenderéis!», rugía iracundo con las venas del cuello hinchadas y el rostro congestionado. A menudo los encerraba durante horas en el desván obligándolos a leer pasajes de la Biblia en los que Dios castigaba a aquellos que no cumplían con sus mandamientos. Solía decir a sus hijos que el escarmiento ante el pecado era la única forma de enderezar a cualquier persona para guiarla hacia la salvación. Rael siempre les ponía de ejemplo el pasaje de Abraham como muestra de lealtad y rectitud, al igual que su padre se lo puso a él y su abuelo a su padre. Aquella costumbre se había transferido en la familia generación tras generación. Según el Antiguo Testamento la omnipotencia divina prevalecía ante cualquier causa de sufrimiento humano por cruel e injusto que pareciese a los ojos del hombre.
Cierta noche que Rael llegó a casa los hijos no salieron a recibirle. Sus zapatillas faltaban junto al sillón y la cena aún no estaba puesta sobre la mesa. Furioso, dio una patada en la puerta del dormitorio de los niños haciendo un agujero sobre la madera que permaneció allí durante toda su infancia. De esa forma quiso recordarles siempre lo que pasó aquel día... Entre muchas otras mezquindades Rael escondía el chocolate dándoles una mísera onza a cada uno por el día de su cumpleaños. Para entonces el chocolate ya estaba rancio, pero ellos lo tragaban con desgana evitando así la cólera de su padre, el cual los humillaba de forma constante para debilitarlos en su ánimo.
Uno de sus juegos favoritos era hacerles rabiar con enredos sibilinos. Enfrentaba a sus hijos mediante calumnias y se regodeaba viendo el efecto que los comentarios provocaban entre ellos. Pero el acto más inmundo del que fue capaz tuvo lugar cuando su tercer hijo murió ahogado en el río. Rael decidió enterrarlo en una tumba sin nombre por ahorrarse el dinero. Ni tan siquiera constaba una mínima inscripción con letras de plomo sobre su pequeña lápida... Aun así, solía decirles a todos que no merecían un padre como él; un padre que se había ganado la mejor reputación posible en el barrio.
Sin embargo, Anna conocía bien las inclinaciones disolutas de su marido. Muchas veces después de cenar Rael salía sigilosamente de casa con el sombrero calado y las solapas de la gabardina levantadas... Amparado por el manto de la noche frecuentaba prostíbulos de los arrabales y alternaba en los lugares más sórdidos donde solía apostar grandes sumas de dinero jugando partidas clandestinas de cartas. Cuando perdía en alguna apuesta temeraria regresaba a casa borracho y maldiciendo a su familia.
Rael jamás tuvo una muestra de afecto con sus hijos. Ninguno de ellos sabía lo que era recibir cariño paterno. De no ser por el amor de su madre habrían crecido sumidos en la desolación. Él pensaba que toda su simpatía debía estar reservada a la gente de la calle, al vecino de enfrente, al sacerdote de la parroquia, al frutero del mercado, al dueño de la barbería, al quiosquero de los periódicos, al jardinero del parque, al concejal del ayuntamiento, al camarero de la taberna o incluso a los forasteros de la ciudad. Y Rael conseguía siempre sus propósitos. Nadie fue capaz de adivinar el submundo que se vivía entre las paredes de aquella casa...
4
Año tras año la belleza de Anna iba marchitándose bajo el desprecio de Rael. A la par que sus fotos, su felicidad se fue amarilleando de manera paulatina. Invadida por la tristeza recordaba todas las humillaciones que padeció durante los embarazos. Rael no podía aceptar el hecho de que su piel, antaño tersa y suave como el terciopelo, se fuera cubriendo de estrías a medida que paría a sus hijos. Muchas tardes lluviosas Anna lloraba cuando le venían a la mente todas esas infidelidades mientras los pequeños iban creciendo en su vientre. Rael le echaba en cara que ya no era tan atractiva y que se había descuidado con la crianza de los retoños. «¡Mira tus pechos!», le gritaba con desprecio. «¡Están flácidos de tanto amamantar!»
Cada noche, como de costumbre, Rael abandonaba el lecho conyugal para satisfacer con el cuerpo de otras mujeres su lascivia desenfrenada. Un embarazo tras otro, Anna tuvo que padecer aquella cruel vejación mientras los hijos iban creciendo entre muestras de crueldad y despotismo. Para él seguía siendo más importante un saludo efusivo a cualquier vecino que una simple caricia hacia alguno de ellos... Rael tan sólo se alimentaba de lo superficial ignorando que la verdadera felicidad tiene sus raíces en los sentimientos más profundos.
5
Como todo campo que no es labrado resulta imposible cosechar fruto alguno de la nada y menos de un ser querido. Con el paso del tiempo uno tras otro los hijos fueron abandonando la casa hasta que sólo quedó el más pequeño de ellos. Oliver tuvo que cargar con toda la infamia de un padre que no sabía asumir con naturalidad su vejez ni la de su mujer. Necesitaba alguien sobre quien vomitar su frustración y utilizó a su hijo como cabeza de turco. Muchas veces le humillaba haciéndole sentir culpable de haber nacido... Oliver a menudo padeció castigos desmedidos por parte de Rael. Llegó a encerrarle durante días enteros en el desván con la Biblia como única compañía para que expiara sus pecados mediante la lectura. En numerosas ocasiones el puente sobre el río pasó a ser su segundo hogar. Ni en lo más crudo del invierno Rael tenía piedad de su último hijo. Lluvias y frío acompañaron a Oliver bajo el puente donde sólo se guarecía con una vieja manta. Su madre solía darle a escondidas un mendrugo de pan y un pedazo de queso para que al menos tuviera algo que echarse a la boca mientras durara el castigo.
El embarazo de Oliver fue angustioso para Anna. Durante los nueve meses de gestación su marido se mostró más desalmado que nunca. Rael a menudo volvía borracho a casa en plena madrugada. Al llegar colgaba el rostro sobre el perchero y empezaba a humillar a Anna jactándose de que había yacido durante toda la noche con mujeres más jóvenes que ella. Antes incluso de haber nacido Oliver ya sufría en el vientre de su madre la infamia de un ser despiadado… En el transcurso de su infancia vivió el infierno y la angustia del maltrato, unido al estupor de ver a un padre que se transformaba al salir cada mañana colocándose el rostro bajo el sombrero.
6
Llegó un momento en el que la hipocresía de Rael rebasó los límites. Consciente de su culpabilidad y comido por el remordimiento, en vez de enmendar las malas acciones pidiendo perdón a sus hijos empezó a justificarse con los vecinos de la poca atención que éstos tenían hacia su persona. Al salir de casa siempre que podía se lamentaba diciendo que todos le habían abandonado... Solía quejarse de que solamente los veía una vez al año en Nochebuena. Rael apretaba el sombrero contra su pecho y terminaba llorando sobre el hombro de algún vecino incauto. El verdugo asumía el papel de mártir vertiendo la carga de sus pecados en las espaldas de los demás… Día tras día fue manipulando la verdad de forma sutil y maquiavélica hasta poner en contra de sus hijos a todo el vecindario. Para la gente del barrio era imposible que Rael pudiese mentir y nadie se planteó en ningún momento dudar de su palabra. Todos, incluido el jardinero, el párroco, el barbero, el concejal, el frutero, don Cosme y doña Matilde, lamentaban que unos hijos tan ingratos hubieran desamparado a un padre bondadoso y ejemplar. La reputación de Rael brillaba lustrosa e impecable a pesar de sus métodos fingidos. De esa forma sibilina continuó afilando las garras bajo su piel de cordero… Poco a poco sus difamaciones fueron calando en la opinión del vecindario y la gente comenzó a retirar el saludo a la pobre Anna. A su paso cuchicheaban palabras de censura y desprecio: «¡Qué poca vergüenza! ¡No hay derecho lo que están haciendo con un hombre tan bueno!», murmuraba don Cosme mirándola de reojo. «¡Ay, Dios mío! ¡Qué injusta es la vida!», se lamentaba doña Matilde haciéndose cruces sobre la frente.
Aquello era más de lo que un alma afligida podía soportar. Anna cayó sumida en una depresión que la hundió en profundos abismos de melancolía. Pasaba las horas muertas en la cama sumida en la tristeza y abandonada por completo. Ya ni siquiera sacaba las fotos de su juventud para contemplarlas. Aquellas imágenes del pasado fueron amohinándose en un cajón oscuro del armario...
Una fría mañana de diciembre Anna murió de pena. Justo en el momento de fallecer varias lágrimas resbalaron por sus mejillas. Hasta el último hálito la pobre mujer padeció el terrible sufrimiento que produce el desconsuelo… Con el alma partida, Oliver le dio un beso en la frente, colocó una rosa roja entre sus manos, recogió las fotos de su madre y abandonó para siempre aquel infierno. Antes de partir dejó una nota en el forro del sombrero, que decía así:
«El que es capaz de matar al amor algún día pagará por ello.»
7
Las luces navideñas adornaban los árboles iluminando las calles del centro de la ciudad. Los niños correteaban por el parque jugando a lanzarse bolas de nieve vestidos con sus botas de agua y sus gorros de papá Noel. Se podían escuchar alegres villancicos saliendo por las ventanas de todos los hogares. Las chimeneas humeantes delataban suculentos guisos que preparaban las madres ayudadas siempre por los sabios consejos de la abuela. Todo era paz y sosiego. Parecía como si los duendes hubiesen esparcido un manto de bienestar sobre los tejados de las casas.
Aquella Nochebuena Rael cenó solo. Los gritos de júbilo y las risas se colaban entre las rendijas del ventanal haciendo su soledad insufrible. Se tapaba los oídos apretando los dientes mientras maldecía la suerte que le había deparado el destino. Comido por la rabia, se sentía frustrado ante los vestigios de felicidad que provenían de afuera… Tampoco ningún vecino reparó aquella noche en él. Todos estaban demasiado ocupados entre regalos y visitas familiares como para acordarse del ciudadano más ejemplar que habitaba en el barrio.
La cena permanecía servida junto con los cubiertos de plata y la vajilla de porcelana a la espera de ser utilizados por unos familiares que ya nunca regresarían a casa. Sentado en un extremo de la mesa observaba las sillas vacías recordando uno por uno los rostros de esos hijos a los que había maltratado. Dos horas más tarde, la comida aún estaba sobre el mantel ribeteado en oro sin que Rael hubiera podido probar bocado.
Era ya medianoche cuando el carillón de pared comenzó a dar las campanadas. Entonces lloró desconsolado tapándose el rostro entre sus manos mientras gritaba: «¡Por qué me habéis hecho esto, si siempre fui un buen padre!» De pronto, el cielo comenzó a encapotarse. Decenas de nubes negras se agolparon sobre un firmamento que durante toda la noche había permanecido estrellado. El sonido de los truenos se escuchaba retumbante en la lejanía. Infinidad de relámpagos alumbraban el horizonte salpicando el cielo con fugaces destellos que cegaban la vista. Una tormenta amenazaba con descargar de forma inminente sobre la ciudad.
8
Rael permanecía sentado en la silla como un autómata contemplando el guiso de cordero en la fuente de metal repujado. Miraba pensativo dejando la vista perdida ajeno a la borrasca que se cernía sobre la urbe. Pequeñas gotas de lluvia comenzaron a resbalar por las ventanas como preludio de la tempestad.
Sus ojos hundidos contemplaban incrédulos aquellos asientos vacíos... En pleno delirio creyó ver los espectros de sus hijos flotando inertes sobre las sillas. Con los labios temblorosos, Rael les preguntó por qué le habían abandonado. Uno tras otro fueron recordándole todas las crueldades que había cometido con ellos y con su madre. A medida que las palabras de los hijos desbordaban su conciencia, la lluvia, que en un principio caía tenue, empezó a arreciar con fuerza. Las gotas de agua se precipitaban en tromba haciendo invisible la calle desde el interior. Apenas se podía vislumbrar la luz mortecina de las farolas en medio de la intemperie.
Rael escuchaba todos los reproches negando una y otra vez con la cabeza. De pronto, la imagen de un niño surgió frente a él. Aquella criatura indefensa alzaba los brazos rogando consuelo desde el sepulcro. Tan sólo le pedía a su padre unas humildes letras de plomo sobre la lápida bajo la cual yacía… El resto de los hermanos reprendieron a Rael por tan mísera mezquindad. Le injuriaban ofendidos mientras se tapaba su rostro completamente humillado. Fuera de sí, empezó a jadear con la respiración cada vez más profunda y entrecortada… Ahogado en su propio aliento, farfulló presa de la histeria: «¡No, eso no es verdad, lo juro!» El niño salió gateando del sepulcro hasta asirse con las manitas al pantalón de su padre… Le miraba desde el suelo con los ojos llorosos esperando una respuesta… Entonces varios truenos descomunales hicieron retumbar las paredes del salón… El cuerpo de Rael se agarrotó… Le era imposible articular los miembros... Las manos semirrígidas se aferraban con fuerza a la silla... Apretándose contra el respaldo, cierta sensación de vértigo le recorrió desde el pecho hasta el cuello… En ese instante una tremenda granizada comenzó a golpear el ventanal. Poco a poco las bolas de granizo aumentaron de volumen alcanzando el tamaño de nueces heladas. A la par que aquellas esferas de hielo rompían varios cristales de las ventanas, los espectros proyectaban sobre la mente de Rael terribles escenas del pasado donde aparecía maltratando a su familia: gritos, insultos, amenazas, vejaciones... Todas esas imágenes golpearon su conciencia con tanto ímpetu como lo hacía el granizo contra el ventanal.
Descargas eléctricas caían sin cesar sobre los pararrayos mientras Rael aguantaba el suplicio de contemplar las maldades que había cometido durante años. Llegó un momento en el cual no pudo soportar todo el peso de sus pecados… Haciendo un esfuerzo sublime consiguió levantarse de la silla. Golpeando los puños contra la mesa, espetó iracundo: «¡¡Basta ya!! ¡¡Bastaaa!!» De repente los cubiertos comenzaron a tintinear en una danza macabra. La vajilla vibraba tambaleándose ante sus ojos atónitos... Justo cuando los espectros desaparecieron, un tremendo haz de luz proveniente del exterior invadió el salón. Aquel resplandor que irradiaba la casa era de una refulgencia cegadora… Tras varios segundos en los que el silencio inundó la estancia, una brutal descarga se precipitó desde el cielo sobre el tejado. Rael perdió el equilibrio cayendo al suelo. Atemorizado, permaneció boca abajo protegiendo su cabeza entre los brazos.
9
Cuando por fin amainó la tempestad Rael se puso en pie con cautela. Aquel tremendo rayo había dejado sin luz toda la casa… Andando muy despacio dirigió sus pasos vacilantes hacia el mirador. Asomándose al ventanal resquebrajado, comprobó que el resto del barrio también estaba a oscuras. Rael caminó a tientas hasta la cocina con la intención de buscar alguna vela que le permitiese iluminar el comedor. Tras encender una gruesa cerilla de las que utilizaba para el fogón, rebuscó entre los estantes durante un buen rato. Tijeras, coladores, abrelatas, morteros, sacacorchos... Toda clase de artilugios domésticos se le enredaban entre los dedos ante su desesperación. Después de una búsqueda infructuosa, recordó que en la habitación del espejo estaban aquellos viejos candelabros que hasta la muerte de los abuelos siempre fueron utilizados en Nochebuena.
Durante varios segundos se quedó dubitativo. Nadie había entrado en ese cuarto desde hacía lustros. Atravesar el umbral de aquella puerta le daba pánico... Rael pensó que no sería prudente meterse allí desprovisto de su rostro. Salió a tientas de la cocina y fue palpando la pared del pasillo con la intención de llegar hasta el recibidor para coger la máscara que colgaba en el perchero. Sin embargo, una fuerza invisible comenzó a arrastrarle hacia la habitación del espejo. Era como si unos brazos musculosos accionaran sus movimientos, de los cuales ya no era dueño. Rael quiso oponer resistencia clavando las uñas en la pared y tensando las piernas contra el suelo, pero por más que intentaba aferrarse todo su esfuerzo era en vano. Aquella fuerza incorpórea le dirigía empujándole en dirección opuesta al recibidor de la casa. Articulado como una marioneta avanzó hasta su dormitorio y cogió las llaves que había en el cajón de la mesilla. Permaneció unos instantes sentado sobre la cama con la esperanza de que aquel extraño fenómeno cesara. Sacó el pañuelo de su bolsillo y se enjugó el sudor de la frente. Con las manos temblorosas examinó el manojo de llaves; observó que el robín las cubría totalmente por la falta de uso. Rael respiró hondo varias veces lamentándose. Abrir los viejos cerrojos que durante tantos años habían sellado aquella lúgubre habitación se le antojaba como si fuera un sacrilegio, pero sobre todo sentía pavor de entrar allí indefenso sin su máscara... La tormenta cesó durante varios minutos. Esa calma momentánea le sirvió para tomarse un respiro. De pronto, volvió a sentir la energía empujándole fuera de su dormitorio. Apretando los dientes, una vez más intentó rebelarse mientras se agarraba con todas sus fuerzas a la pata del somier… De nada le sirvió aquella endeble resistencia. Una voz de ultratumba le llamaba desde el fondo de la habitación del espejo arrastrando hacia adentro su voluntad.
10
Maltrecho y a regañadientes, Rael se encaminó en dirección al cuarto maldito... Durante unos segundos aquella energía insondable pareció darle un respiro. La tentación de darse la vuelta y salir corriendo se cruzó por su cabeza, pero en el fondo era consciente de que no iba a servir de nada… A pesar de no sentirse empujado, sabía que al menor movimiento en dirección opuesta la fuerza invisible volvería a acometerle de nuevo. Apoyando las manos en la balaustrada, Rael subió los escalones que conducían a la habitación del espejo... La madera desgastada crujía bajo sus zapatos con un sonido lastimero. En lo más íntimo de su ser, tuvo el pálpito de que cada peldaño le estaba acercando a su destino... De nuevo los truenos comenzaron a escucharse con un vigor descomunal haciendo retumbar todos los tabiques. Sus labios resecos y agrietados comenzaron a temblar… Entonces le vino a la mente la imagen de su esposa. Justo a la entrada de la puerta, se arrodilló avergonzado pidiendo mil veces perdón mientras sollozaba. Pero aquellas lágrimas no brotaban de su corazón, sino que eran fruto de su cobardía.
Agarrado al último destello de esperanza, pensó que entrando a oscuras en la habitación su imagen no se reflejaría en el espejo. Rael se incorporó del suelo y encendiendo una de las cerillas que había guardado en el chaquetón iluminó la puerta. Con gesto nervioso, introdujo la primera llave en la cerradura haciéndola girar. Sin embargo, el cerrojo de la segunda estaba muy oxidado y no había forma de abrirlo. La vieja llave chirriaba quejumbrosa como si la hubieran despertado de un profundo letargo. Tras varios movimientos bruscos, al fin liberó la puerta del pestillo... Con la respiración entrecortada, empujó aquel viejo portón de madera roída y pudo entrar por fin en la alcoba.
11
Una oscuridad absoluta reinaba tras el umbral de la puerta. Rael permaneció frente a la entrada dibujando en su memoria las escenas que acontecieron el último día que estuvo allí adentro. Recordó el cadáver rígido del abuelo yaciendo sobre el vetusto catre de nogal. Por unos instantes tuvo la sensación de que el cuerpo del difunto aún permanecía en el aposento... Pero tan sólo eran elucubraciones de su mente. La luz de un relámpago iluminó de forma momentánea el cuarto oscuro y pudo comprobar que ya no estaba aquel obsoleto camastro, aunque sí permanecía el antiguo espejo rodeado de candelabros. Aquella cornucopia había ido pasando de generación en generación perdiéndose su origen en la noche de los tiempos... Sobre la cómoda reposaba la antigua Biblia de tapas raídas que seguía abierta por el capítulo donde Abraham ofrecía a su hijo en sacrificio, pasaje releído en infinidad de ocasiones por su abuelo como ejemplo magnánimo de la voluntad divina.
La intensidad de los relámpagos fue en crescendo, de tal manera que en breves intervalos la estancia quedaba iluminada. Haciendo acopio de valor, Rael por fin entró en la habitación. Introdujo primero un pie manteniendo el otro bajo el umbral mientras sus manos temblorosas se agarraban al marco de la puerta. Después hizo lo propio con el segundo pie viéndose ya por completo dentro de la alcoba.
Aunque todo permanecía en calma, sentía una presión que se desplomaba del techo contra su cuerpo. Quiso avanzar, pero se dio cuenta de que sus movimientos eran plúmbeos. Cada paso suponía un esfuerzo añadido… Por un momento se detuvo y observó todo de lado a lado. Cuando los relámpagos iluminaban la habitación sus ojos captaban algunos detalles de aquel tétrico lugar: un sinfín de mugrientas telarañas se habían apoderado de los rincones. A lo largo de la traviesa que sujetaba las cortinas polvorientas una hilera de pupilas brillaba en la oscuridad. Colgados boca abajo, media docena de murciélagos siseaban entre sus colmillos. Tras el retumbe de los truenos revoloteaban por la estancia dando chillidos estridentes... De pronto la lluvia arreció otra vez con fuerza. El agua entraba por la vieja ventana que permanecía medio abierta dando golpes bruscos debido a las ráfagas de viento.
A pesar de aquel ambiente tan desapacible empezó a sentirse más tranquilo. Aquella fuerza que le aplastaba desde el techo se disipó. Ya podía desplazarse a tientas por el cuarto sin dificultad alguna. Rael suspiró hondo... Caminando con precaución decidió sentarse en el suelo apoyando su espalda sobre la pared. Jamás hasta esa noche había sentido en sus carnes una soledad tan desgarradora. Ofuscado en la falacia de su propio engaño, no lograba comprender el hecho de haber sido abandonado por unos hijos a los cuales, según él, nunca les había faltado nada. Ahora se encontraba derrumbado en aquella húmeda y tétrica estancia ignorado por todos...
Rael permaneció sentado durante varios minutos observando los haces de luz producidos por los relámpagos que de manera intermitente cegaban sus ojos aturdidos. Encima de la cómoda destacaba la vieja Biblia familiar custodiada entre los dos candelabros dorados de seis brazos. De golpe le vinieron a la mente aquellas lecturas matinales de su abuelo ensalzando los castigos de Dios para todo aquel que se saliera del recto camino. «¡Ojo por ojo, diente por diente!», exclamaba frenético ante el asombro de sus nietos que le escuchaban perplejos… Entonces recordó que el libro sagrado solía quedarse abierto por el pasaje en el cual Abraham entrega su hijo en sacrificio como muestra de lealtad a Dios. Tentado por la curiosidad, quiso comprobar si aquel capítulo del Antiguo Testamento permanecía aún inalterable sobre la cómoda. Lentamente se incorporó del suelo y a tientas rebuscó en el chaquetón una de las cerillas que había guardado cuando estuvo en la cocina.
La llama del fósforo humeante iluminó la habitación. Con el brazo extendido fue girándose para ver con detalle todo alrededor. De pronto se le heló la sangre. A su derecha había notado el movimiento de un bulto oscuro… Rael se quedó inmóvil durante varios segundos. Mirando de soslayo, percibió una silueta que le observaba desde la penumbra... Su mano temblaba mientras la cerilla se consumía junto a los dedos. Sopló con fuerza para no quemarse y de nuevo un manto negro lo cubrió todo. Tan sólo las pupilas refulgentes de los murciélagos destacaban en la oscuridad. Colgados bajo la traviesa de las cortinas, presenciaban impasibles todo a su alrededor. Rael aguardada expectante a que el destello de algún relámpago iluminase al espectro. Aquella espera se hacía eterna para su ánimo… De pronto varios truenos precedidos de rayos se desplomaron sobre la casa. Los murciélagos revolotearon histéricos golpeando contra su cara atemorizados por el estruendo de la tormenta. Por fin el resplandor le hizo ver con claridad que alguien permanecía bajo la penumbra. Aquel ente le observaba rodeado de un mutismo que empezó a crisparle los nervios. Una vez más sacó otra cerilla del chaquetón, rasgó el fósforo y la habitación volvió a iluminarse. A pesar de que extendió el brazo, no tenía suficiente valor para mirar hacia adelante. Con la mano temblorosa, cogió un candelabro de la cómoda y encendió varias velas. Ahora todo a su alrededor relucía con nitidez. Rael alzó el candelabro y poco a poco fue subiendo la cabeza. En un arrebato de coraje, clavó su mirada sobre el rostro fantasmagórico. De pronto su corazón se aceleró. Sentía las pulsaciones rebotando contra el pecho a punto de estallar. Observó que los rasgos eran tremendamente repulsivos. Aquella faz angulosa parecía la efigie de una momia que durante siglos había reposado oculta bajo un sarcófago… Permaneció estático mirando al individuo mientras sus dientes castañeteaban. Intuía temeroso que los designios de aquel espectro eran oscuros y malévolos… Rael no sabía si huir de allí o abalanzarse sobre su cuello en un acto de arrojo. Durante varios segundos estuvo sumido en esa incertidumbre hasta que observó un detalle turbador que le llamó la atención. Aquel sujeto vestía una ropa similar a la suya. También sostenía un candelabro idéntico, aunque a diferencia de él lo blandía con la mano izquierda... Como si estuviese hipnotizado por una extraña fuerza magnética, Rael comenzó a imitar los movimientos del espectro con total fidelidad. Aquella figura demoníaca le obligaba a repetir exactamente cada gesto y cada mueca sin errar ni un solo centímetro. Aturdido y confuso, al final se dio cuenta de que en realidad era el espectro quien le imitaba de forma precisa. Por un instante llegó a pensar que se estaba burlando, pero su expresión no reflejaba ningún gesto chancero, sino más bien todo lo contrario... Entonces algo en aquella mirada le resultó familiar. Oculto tras los ojos percibió el vacío infinito de un ser que había adulterado el alma durante toda su existencia... Rael se echó a temblar. Sospechaba a quién podía pertenecer aquella imagen repulsiva. Cientos de nubarrones oscuros flotaron amenazantes sobre su conciencia... De pronto un rayo tremendo descargó en el tejado de la casa. Los murciélagos revolotearon de nuevo alrededor de la habitación estremecidos por el impacto. Rael se tambaleó zarandeando el candelabro. Varios goterones de cera derretida cayeron sobre la manga de su chaqueta. «No... No puede ser...», masculló al mirar de nuevo la imagen del espectro reflejada en la cornucopia. Dando un grito de terror comenzó a hacer aspavientos mientras sus ojos desorbitados huían de esa visión. Al girar con brusquedad sobre sí mismo, las llamas del candelabro prendieron varias telarañas que colgaban del techo frente al espejo. El fuego rápidamente se extendió como la pólvora devorando aquel amasijo de telas enmarañadas. Un humo negro y espeso inundó la habitación. Los murciélagos huyeron despavoridos por la ventana entre chillidos estridentes. Cegado por la humareda, Rael daba tumbos de lado a lado como una peonza descontrolada. Un trueno descomunal le hizo tambalearse hasta caer al suelo de bruces. Tras disiparse el humo se puso de nuevo en pie, dejó el candelabro sobre la cómoda y volvió a quedarse paralizado frente al espejo. Con la respiración entrecortada, observó una vez más aquel espectro maléfico… Un grito de dolor le desgarró la garganta. El reflejo de su verdadero rostro se le hacía insoportable. Era un semblante diabólico y maligno que rezumaba crueldad por todos los poros. Rael tuvo que ocultar sus ojos crispados bajo las manos… De pronto la lluvia arreció con más fuerza entre descargas brutales de rayos. Un sinfín de imágenes se atropellaron de golpe en su mente. Por delante de su conciencia empezaron a pasar todas las vejaciones con las que día tras día fue maltratando a su familia... Intentó gritar de nuevo, pero esta vez dio un alarido estéril. Una vez más su mirada se clavó en aquel rostro y observó frente al espejo su propia descomposición: de las comisuras de los labios empezó a fluir un líquido purulento...... La lengua le colgaba a la altura del pecho balanceándose como un péndulo dislocado...... Los oídos supuraban pus entremezclada con sangre ennegrecida…… Uno tras otro los dientes se desprendieron de la boca rebotando contra el suelo...... Las facciones se derretían dejando entrever los músculos de sus quijadas...... Una convulsión espontánea reventó los globos oculares que se deshicieron en una agüilla fétida...... La carne fue dando paso a una calavera desnuda mientras el pelo se desprendía a mechones cayendo por su espalda......
Solamente la lengua resistió inalterable ante la descomposición. Esa lengua viperina y ponzoñosa que tantas veces había difamado a sus seres queridos.
12
Su cuerpo permaneció varias semanas postrado con el cráneo reposando sobre la Biblia en el pasaje de Abraham. Decenas de gusanos entraban y salían por todos los orificios devorando la carne en estado de putrefacción. Ninguno de los vecinos le echó en falta durante esos días. Era lógico pensar que aquel amable señor compartiera unas fechas tan señaladas en compañía de sus familiares.
Nadie fue al entierro de Rael. Antes del sepelio los hijos intentaron identificarle en la morgue, pero ninguno pudo reconocerlo. Aquel cadáver comido por larvas que se arrastraban entre las cuencas vacías de los ojos repugnaba a la vista. Su cuerpo expelía un olor hediondo capaz de penetrar hasta el tuétano del que lo respirase. El anillo de bodas resultó fundamental para dar un nombre al muerto. En su interior se podía leer este grabado: «Con amor, siempre fiel.» Rael fue enterrado sin inscripción alguna en la tumba junto al sepulcro en el cual yacía su tercer hijo. Tras vender aquel anillo de promesas incumplidas, los hermanos costearon el epígrafe que reflejaba el nombre del niño sobre su pequeña lápida. No hubo ceremonia religiosa, ni tan siquiera un responso por el alma del difunto. El enterrador se limitó a hacer su trabajo de manera rutinaria echando paladas de tierra sobre la caja de pino con suma rapidez.
Poco tiempo después los hermanos pusieron la casa en venta. El desalojo de los bienes se hizo bajo un silencio solemne en una fría mañana de invierno. Todos los muebles y enseres, hasta los de más valor, fueron arrojados al vertedero. Ninguno quería seguir recordando aquel sórdido lugar por medio de objetos que habían permanecido allí durante lustros. Tan sólo salvaron un crucifijo que la madre guardaba en la mesilla desde el fallecimiento de su hijo.
La casa quedó desnuda con las paredes como testigos mudos de lo que cierta vez fue el hogar de una familia. Sin embargo, a todos les pasó desapercibida una prenda que colgaba arrugada sobre el perchero con una sonrisa esperpéntica: el rostro de Rael.
FIN
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Artículos y otras hierbas - Oscar Nóbregas:
Entrevista con Oscar Nóbregas
Oscar, ¿se puede vivir de escribir hoy en día?
Salvo algunos privilegiados, es muy difícil vivir de la literatura; aunque pienso que es mejor que sea así. La creación no debe estar sujeta a una nómina, porque escribir bajo presión a lo único que conduce es a coartar la espontaneidad. Un escritor no puede escribir una novela pensando que con el dinero que obtenga va a pagar las facturas.
Los editores son un mal necesario para los escritores; un arma de doble filo que se puede volver contra ti. Lo más duro para un escritor es descubrir que los problemas no terminan cuando publica una novela, sino que pueden empezar justo en ese momento... Si tienes buena relación con tu editor, éste puede darte alas y hacer que tu obra crezca; pero si tienes la mala suerte de topar con un editor que no te apoya lo suficiente, puede convertirse en tu principal enemigo; la tumba de tu propia novela. Con un editor abúlico todos tus esfuerzos caen en saco roto. De nada sirve remar con todas tus fuerzas, si el que lleva el timón te deja encallado en la orilla.
Internet
Siempre miro con recelo los avances tecnológicos, pues pienso que muchas veces nos proporcionan "comodidades" que a la larga te acaban creando una dependencia innecesaria, que al final lo único que consigue es esclavizarnos. Pero como todo en la vida, depende del uso que le des a las cosas. En el caso de Internet, no se puede negar que es un instrumento que bien utilizado ofrece infinitas posibilidades al permitir comunicarte con el resto del mundo. Para mí es muy gratificante saber que gracias a los foros literarios de Internet, mi novela ha llegado a manos de lectores en toda Hispanoamérica e incluso al sur de los Estados Unidos.
A veces pienso que la gente debe de estar muy vacía por dentro cuando siente la necesidad obsesiva de comunicarse a cada instante por medio del Smartphone. Este artilugio se ha convertido en una prótesis inseparable de las personas. Es patético observar a todo el mundo imbuido en sus teléfonos como si buscaran ansiosamente la felicidad allí dentro.
Internet al margen de las incuestionables ventajas como medio de comunicación, se ha convertido en una corrala cibernética donde lo importante por encima de todo es aparentar. La gente disfruta más enviando una foto de algún lugar exótico para que la vean los amigos en vez de vivir ese momento para sí mismos. Esa actitud me parece cuanto menos preocupante.
Internet es un espacio donde se puede maquillar fácilmente la realidad, creando un escenario virtual en el cual lo importante es lo que se ve por la pantalla, no lo que realmente es.
Crisis
La crisis económica es algo que sin duda ha repercutido en todos los ámbitos, tanto a nivel nacional como internacional. En la literatura no iba a ser menos y las ventas han descendido desde hace un par de años. Pero al margen de la literatura, lo que me preocupa de todo este "pesimismo general" que estamos viviendo no es la crisis en sí misma, sino saber quién está interesado en tenernos pendientes de que suba o baje la Bolsa para desviar nuestra atención de los problemas reales de nuestra sociedad, y de esa manera tenernos hipnotizados. Nos marean con cifras y términos económicos que a la postre lo único que consiguen es desorientarnos y que perdamos toda referencia con la realidad. Los medios de comunicación se convierten en trileros que nos bombardean con noticias contradictorias las cuales terminan por anular cualquier criterio razonable.
Quizás el hecho de dar más relieve a tus escritos mediante una lectura oral de los textos, descubriendo que una misma frase puede ser leída con matices distintos.
La Radio te proporciona el tono y la intensidad de la que carece la lectura mental, pues a veces las palabras se quedan algo mudas si no las expresamos mediante los labios.
La Radio también te aporta ese punto de improvisación que a menudo libera a los textos de las páginas y los hace volar más libres.
Sí, de hecho las portadas de tercer y del cuarto libro llevarán fotos hechas por mí. No ha surgido antes porque no veía una imagen que pudiera encajar con el ambiente de la novela.
De esa crónica surgió la idea de mi segunda novela Efluvios Metafísicos, que de alguna manera es un homenaje a la música contemporánea en sus distintos estilos: Blues, Jazz, Rock, Pop, Folk, New Age, etc.
Desde siempre he estado rodeado de músicos, cantantes o de gente melómana apasionada con grandes colecciones de discos, por lo cual no me ha sido difícil imbuirme de lleno en dicho terreno.
En cuanto al Rock, lo he disfrutado de manera apasionada desde la adolescencia, y, aunque no tuve la suerte de experimentarlo en su época dorada por cuestiones de edad, sí que he vivido la inercia de ese movimiento unos años más tarde.
La lista de grupos de Rock que me han influido sería interminable... Básicamente corresponden a bandas formadas en las décadas de los 60 y los 70, que sin duda son los años más creativos la historia del Rock. Creo que los grupos que más me han marcado son Pink Floyd y Led Zeppelin. Cada cual en su estilo, me parecen las dos bandas más carismáticas que ha habido nunca. Pero no puedo dejar de nombrar a los Beatles, que supusieron una auténtica revolución. Incluso hoy en día, casi 50 años después, sus canciones no han perdido ni un ápice de frescura y vitalidad. El fenómeno beatle fue algo único e irrepetible que marcó a muchas generaciones.
Supongo que tengo algo de cada uno. Quizá me identifico un poco más con los albinos, por aquello de que son una "rara avis" como yo...
Resulta difícil contabilizar en tiempo real, desde el momento en que surge el chispazo de una historia hasta el último capítulo. Las ideas son como peces que divagan por tu cabeza y que vas plasmando en tus escritos, unas antes o después sin saber por qué, pero no necesariamente de forma lineal. Por otro lado, desde que surge algo sólido hasta que germina, puede que transcurran varios meses, pues ni tú mismo sabes si esa idea va a fructificar. Luego viene la etapa de ordenar el rompecabezas para que todo ocupe su lugar exacto evitando que haya fisuras, y ése es otro proceso imposible de medir con un calendario, pues a veces recurres a apuntes que llevaban guardados en un cajón mucho tiempo.
Lo que sí te puedo asegurar, es que desde que terminé la novela hasta que se publicó pasaron varios años de llamar a puertas de editoriales y de enviarla a concursos. Por cierto, hoy en día estoy totalmente en contra de los concursos. Creo que no se debe escribir para competir con nadie.
Respecto a la inspiración de la novela, todo surge por una amalgama de sensaciones que van bullendo dentro de ti, condimentadas por mil influencias: una experiencia vivida, un pasaje de otra novela, la escena de una película, la letra de una canción, un suceso real que ves en las noticias, el artículo de un periódico, un pasaje de la historia... Todo ello forma un cóctel que agitas a la par con tu imaginación hasta que surge algo coherente y con una estructura definida.
Desde luego, todo tiene su lado opuesto. Para que haya luz y saber lo que significa, es necesario conocer la oscuridad. El caso es que las personas más baqueteadas suelen valorar mejor las cosas buenas de la vida. No se puede mantener de forma perenne un estado de dicha absoluta o de éxtasis… La vida es un camino de contrastes. Como dice Luis Eduardo Aute, vivir es un ejercicio de gozo y dolor.
En un momento dado de la novela en el cual el pintor se haya atravesando un estado anímico tortuoso, decide plasmar en la pared de su buhardilla este cuadro de las Pinturas Negras de Goya. Saturno devorando a su hijo representa para él una alegoría freudiana de la humanidad devorando al hombre como individuo. Eso es lo que quiere expresar el pintor en su encierro tras sufrir una crisis existencial.
Uf, recomendar mi propia novela es algo que me da bastante pudor... Puedo hablarte por boca de lectores que me han felicitado, diciendo cosas tan bonitas como que mi novela deja huella en el alma o que rebosa de sensibilidad e imaginación; que es una novela muy profunda y que te hace pensar sobre ti mismo; que en vez de páginas, las hojas parecen espejos que reflejan tus propios sentimientos.
En fin, qué más puedo deciros sobre Retazos de un Bastardo... Comentan por ahí que mi novela tiene afinidades con Kafka, Pessoa o Hermann Hesse. Al que le guste alguno de estos autores es probable que conecte con mi estilo; pero creo yo tengo mi propio sello, más cercano al tiempo que nos ha tocado vivir.
Me hallo inmerso en la redacción de once relatos que irán recopilados en un libro titulado Bajo la sombra del yinkgo biloba.
Estoy muy ilusionado con este proyecto y humildemente pienso que cada relato es un mundo en el que te sumerges de los pies a la cabeza. He puesto toda mi alma y mi corazón en ellos, así que espero no defraudar al lector…
3. Río Guadarrama helado
5. La torre en invierno
2. Vistas desde la abadía, Mont Saint-Michel
3. Sombras sobre la nieve al atardecer, Guadarrama
4. Ruinas de Recópolis al atardecer
5. Río Piedra abstracto
6. Reflejos sobre el agua, Río Piedra
7. Reflejos plateados, Salinas de Torrevieja
8. Reflejos impresionistas sobre el agua, Río Piedra
9. Reflejos en el río Dulce
10. Reflejos del sol, salinas de Torrevieja
11. Ramas sobre fondo rosado, Cala Macarela
12. Pueblo fantasma, ruinas de Belchite
13. Por encima de las nubes, sobre el Mediterráneo
14. Nenúfares sobre nubes en el río Lobos
15. Dibujos de luz sobre el agua, Menorca
16. Luna llena en el cementerio de Atienza
17. Isla Vedra bajo la bruma
18. Lago del amor, Brujas
19. Hojas de haya a contraluz
20. Gaviota volando sobre el mar, Cala Macarela
21. Cuadro abstracto de sal, salinas de Torrevieja
22. Castillo de Atienza en la noche estrellada
23. Cabo de Formentor al atardecer
24. Lluvia sobre el canal, Brujas
25. Arena tostada, Playa de Caballería
26. Arcos sobre la arena, Playa de las Catedrales
27. Arbusto sobre la nieve, Guadarrama
28. Arbusto sobre fondo marino
29. Árbol siniestro, Hayedo de Montejo
30. Árbol seco, Burgos
31. Abadía del Mont Saint-Michel



el cuerpo cuando caigan,
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro
que baja por tu cuerpo,
ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.
Ojalá se te acabé la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve,
ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones,
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.
Ojalá que la aurora no dé gritos
que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido
de camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de ti,
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.
De alguna manera tendré que olvidarte,
por mucho que quiera no es fácil, ya sabes,
me faltan las fuerzas, ha sido muy tarde
y nada más, y nada más, apenas nada más.
Las noches te acercan y enredas el aire,
mis labios se secan e intento besarte.
Qué fría es la cera de un beso de nadie
y nada más, y nada más, apenas nada más.
Las horas de piedra parecen cansarse
y el tiempo se peina con gesto de amante.
De alguna manera tendré que olvidarte
y nada más, y nada más, apenas nada más.
Luis Eduardo Aute
Te alejas bajo la oscuridad del parque
POEMA 20
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca,
y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear
los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta
la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda
de peña en peña,
pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera, pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
Agustín García Calvo
algunas hojas verdes le han salido.
El olmo centenario en la colina,
un musgo amarillento
le lame la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas, olmo,
quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera también,
hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado
(Adapt. Juan Manuel Serrat)
pues de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que pues doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero es don dinero.
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña,
viene a morir en España
y es en Génova enterrado;
y pues quien le trae al lado es hermoso,
aunque sea fiero,
poderoso caballero es don dinero.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos;
y, pues rompe él recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero es don dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y, pues hace las bravatas
desde su bolsa de cuero,
poderoso caballero es don dinero.
Francisco de Quevedo
(Adapt. Paco Ibáñez)
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde,
altivo, enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que el cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Lope de Vega

LA MALA REPUTACIÓN
En mi pueblo, sin pretensión,
tengo mala reputación,
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal.
Yo no pienso, pues, hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño.
No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.
En la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar,
en el mundo, pues,
no hay mayor pecado
que el de no seguir
al abanderado.
No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo,
salvo los mancos, quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un ricachón
zancadilla pongo al señor
y aplastado el perseguidor.
Esto sí que sí, que será una lata
siempre tengo yo que meter la pata.
No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.
No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.
Todos tras de mí a correr,
salvo a los cojos, es de creer.
Georges Brassens
(Adapt. Paco Ibáñez)
como un aullido interminable, interminable.
Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido, no haber nacido.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso:
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos.
Un hombre solo, una mujer así tomados,
de uno en uno son como polvo,
no son nada, no son nada.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso:
Nunca te entregues
ni te apartes junto al camino,
nunca digas no puedo más
y aquí me quedo, aquí me quedo.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos.
No sé decirte nada más
pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino, en el camino.
Pero tú siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
José Agustín Goytisolo
(Adapt. Paco Ibáñez)
ME QUEDA LA PALABRA
Si he perdido la vida, el tiempo,
todo lo tiré como un anillo al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre,
todo lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los ojos para ver el rostro puro
y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Blas de Otero
Palabras que marcan
LA ODISEA, CANTO I
HOMERO
HERMANN HESSE
JULIO CORTÁZAR

EDGAR ALLAN POE
FIODOR DOSTOYEVSKI
Raskolnikov estaba en pleno dominio de sus facultades, pero aún le temblaban las manos.
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diluirse, adquieren contenido y empiezan a irradiar lo que hay en ellas.
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Al tomar conciencia de su soledad, sintió que algo semejante a un pájaro o una liebre se le helaba en el pecho.
Y en ese mismo instante en que el mundo que lo rodeaba pareció desvanecerse y él se quedó solo como una estrella en el firmamento, en aquel momento de frialdad y desánimo se irguió un Siddhartha más sólido y fuerte, más posesionado que nunca de su propio Yo.
Sofía dio por sentado que la persona que había escrito las cartas anónimas volvería a ponerse en contacto con ella. Mientras tanto, optó por no decir nada a nadie sobre este asunto.
ellas, que estudiarse de memoria los verbos irregulares.
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Uno de los viejos filósofos griegos que vivió hace más de dos mil años, pensaba que la filosofía surgió debido al asombro de los seres humanos. Al ser humano le parece tan extraño existir, que las preguntas filosóficas surgen por sí mismas.
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El mono de los bosques, convertido sucesivamente en mono a ras de tierra, en mono cazador y en mono sedentario, se ha transformado en mono cultural. El progreso le condujo en sólo medio millón de años, desde el encendido de una fogata hasta la construcción de naves espaciales.
Quince hombres van en El Cofre del Muerto.
¡Ja, ja, ja!
¡Y un gran frasco de ron!
Al llegar a la hostería, golpeó con fuerza la puerta valiéndose de un bastón largo y delgado como un espeche artillero; y cuando acudió mi padre le pidió, con tono destemplado, que le sirviera un vaso de ron.
ALBERT CAMUS
OSCAR NÓBREGAS